lunes, 1 de noviembre de 2010

Scioli mete miedo

Este miércoles a las 10.00 horas arrancan en la Legislatura bonaerense audiencias públicas sobre el proyecto de reforma del Código Contravencional. Desde este humilde blog, adherimos a un NO rotundo al proyecto oficial. La nota que se transcibe a continuación salió en La Pulseada de abril. Después cayó Stornelli y se guardaron el proyecto... por un ratito.

[Otras notas de este blog sobre el Código, acá]

El gobernador amagó con la idea a fines de 2009, pero encontró resistencia en el propio oficialismo. Cuando todos creían cajoneado su proyecto, volvió a carga al abrir las sesiones de la Legislatura. Apeló al fantasma de la inseguridad para prometer soluciones, falseando los alcances del Código.

“La Legislatura debe aprobar un nuevo Código Contravencional. Es hora de desideologizar el tema. Los delincuentes no les preguntan a sus víctimas su pertenencia política”, chicaneó el gobernador Scioli en su discurso de apertura de las sesiones ordinarias de la Legislatura.
Con su mensaje, no sólo intento tapar el signo político de su iniciativa, sino que repitió una idea tramposa que hace rato divulga junto a su ministro Carlos Stornelli: la falacia de que esa ley permitirá castigar delitos. En rigor, los códigos contravencionales, también llamados “códigos de faltas”, regulan la presencia de los ciudadanos en el espacio público. Aluden a la “moralidad”, a reglas de convivencia social. Los delitos, en cambio, son tipificados por la legislación penal, que tiene otro tenor.
“¿Queremos a los delincuentes peligrosos sueltos? Hay determinadas conductas que exigen que uno haga una reforma al Código Contravencional, porque no nos estamos enfrentando al mismo tipo de infracciones que cuando el actual Código se impulsó”, confundió los tantos Scioli, aprovechando la preocupación de buena parte de la población por la inseguridad. Y dejó entrever un razonamiento grotesco, pues según el gobernador, alguien que escucha música fuerte sería un potencial asesino: “Atacamos los pequeños focos de conflicto para evitar que se conviertan en problemas mayores… este método, probado con creces en el mundo entero, es la base de la reforma al Código Contravencional que pido sea debatida por esta Legislatura”.

Pero la propuesta oficial no es obra de la ignorancia, sino un nuevo movimiento para darle más poder a la Policía bonaerense. Uno de los aspectos más opacos de cualquier Código Contravencional es que se basa en la sospecha.
La tentativa se inscribe entonces en lo que de un tiempo a esta parte, entre los penalistas críticos, se ha llamado derecho del enemigo: una barrabasada jurídica que aplasta todas las convenciones de derechos humanos habidas y por haber. Esa modalidad de la legislación se ha extendido en los últimos tiempos con la excusa de perseguir al “terrorismo”, aunque en la práctica instituye mecanismos para reprimir la pobreza y el disenso social. La idea es que el derecho penal del enemigo no persigue actos, sino actores. Personas. Ciudadanos. ¿Por qué? No por lo que hicieron, sino por lo que podrían haber hecho o quizás harían.
No es antojadizo inscribir al proyecto del gobernador bonaerense en esa línea de una acción punitiva basada en la sospecha. En su primera versión, que cosechó decenas de críticas, incluía la retrógrada figura del “merodeo”. Proponía castigar a quien “merodeare o permaneciere sin causa justificada en las inmediaciones de un inmueble, de un vehículo o de un establecimiento de cualquier naturaleza en forma susceptible de causar alarma o inquietud a sus propietarios, ocupantes, encargados, vecinos o transeúntes”. Lo cierto es que la condición del merodeador no puede ser definida sino por quien aplica la norma. Todos andamos por la calle y rondamos inmuebles y cosas, pudiendo generar inquietud a particulares. Merodear es, en la lógica de nuestras sociedades capitalistas, andar sin consumir. Merodear sería, en una aplicación bonaerense de la ley, circular por el centro siendo morocho.
Buena parte de las contravenciones constituyen lo que en derecho se denomina “figuras de tipo penal abierto”: la falta no está definida en los papeles de un modo preciso, quedando a discreción de quien interpreta la ley.
En una sociedad prejuiciosa y atemorizada, la sospecha no tiene límites. A fines del año pasado, cuando el proyecto se anunció por primera vez y ni siquiera alcanzó estado legislativo, se multiplicaron los llamados al 911 denunciando la presencia de “merodeadores”.

Por si eso fuera poco, hay que considerar quiénes son los encargados del orden. Porque si los medios comerciales y buena parte de la temerosa clase media son quienes animan la respuesta represiva, la aplicación del Código estará en manos de la Policía bonaerense. El ejercicio de aquella sospecha se resume entonces en la arbitrariedad policial. Es fácil imaginar cómo sigue la historia: serán declarados contraventores la trabajadora sexual que no pague la cuota por estar en la calle, el pibe que no robe para el comisario, el fotógrafo que registre una feroz represión…
Todo eso y más es factible según la letra del proyecto oficial. Interpretadas con el Código en mano, muchas acciones cotidianas y tradicionales podrían ser consideradas faltas: las despedidas de solteros o el armado de los muñecos de fin de año, por ejemplo. El propio Papa Noel sería un contraventor, como advertía el texto que circuló digitalmente el verano pasado. El delirio punitivo incluye también la posibilidad de arresto a quienes con la venta de alcohol pudieran contribuir a la borrachera de alguna persona.
Habrá que estar atentos. En cualquier momento, ante una “ola de inseguridad” exaltada por los medios, volverán a requerir “mayor poder de fuego”. Y una vez más prometerán seguridad, sin ningún éxito, y quitarán libertad, sin ningún freno.

1 comentario:

  1. ¿De qué se trata todo esto?
    Organizo despedidas de soltero/o y me llamó la atención tu nota.

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