sábado, 31 de diciembre de 2011

2012

por otro año lleno de colores
en el que sigamos pedaleando juntos
sin caras largas y trágicas
por un país más justo
por un mundo donde quepan todos los mundos



viernes, 23 de diciembre de 2011

Una ley de terror

Me acordé de Políticas del terror a propósito de unas peores noticias legislativas de los últimos tiempos: la sanción de la ley antiterrorista en Argentina, considerada por Horacio Verbitsky una "pésima técnica legislativa que carece de racionalidad" y calificada por Eugenio Zaffaroni como "un disparate", resultado de una extorsión a las que se supone ya no cedíamos.
Porque esta reforma al Código Penal, según intentan explicar, es un pedido del Grupo de Acción Financiera (GAFI). En rigor, lo que ese organismo de segunda exigía eran medidas más enérgicas contra el lavado de dinero (...te las debo) y contra el financiamiento del terrorismo (algo que no requería la afirmación de un tipo penal abierto tan peligroso y aprovechado, acá nomás, para reprimir el conflicto social).
Da mucha pena leer entre los votos afirmativos los nombres de Martín Sabatella, Gastón Harispe, Jorge Rivas, Eric Calcagno, Eduardo De Pedro y algún otro militante con una trayectoria más o menos valorable, que hasta hace poco sostenían el buen criterio de reconocer lo bien hecho, objetar lo cuestionable y presionar para correr un poco más allá el horizonte de lo posible. También es patético recordar que Carlos Kunkel, ferviente defensor de la actual reforma, había sido uno los ocho JP expulsados del justicialismo por negarse a endurecer el Código Penal por pedido de Perón. Esta vez, nadie se mosqueó.

En fin: una ley de terror, preocupante y repudiable. Algunas aproximaciones a qué implica la ley, en Lavaca, en Saberderecho y en el texto que presentó Eduardo Grünner entre los intelectuales vinculados al FIT. También echan luz, para mí, algunas ideas leídas en aquel libro publicado por el CIAJ hace cuatro años:
  • “La palabra terrorista no tiene semántica. La prueba es que nadie afirma formar parte del conjunto que designa. Nadie dice: ´Yo soy terrorista´. Terrorista siempre es el enemigo” (Esteban Rodríguez Alzueta)
  • “...a través del derecho penal del enemigo, el Estado, para luchar eficazmente con el enemigo, procede a imponer penas desproporcionadas y draconianas, a penalizar conductas en sí mismas inocuas o muy alejadas de ser una amenaza o peligro para un bien jurídico y, lo que todavía es más grave, a eliminar o reducir a un mínimo ciertas garantía y derechos del imputado en el proceso penal” (Eduardo Reszes)
  • "El terrorismo cobró una centralidad similar a la que tenía «el comunismo durante la Guerra Fría en los países capitalistas. Estamos ante una nueva caza de brujas, mucha más sofistifcada y más dura, pero también más sutil y más hipócrita" (Esteban Rodríguez Alzueta)
  • “...no hay ninguna necesidad de ser un especialista en derecho para que podamos captar los peligros que puede entrañar la utilización de la Ley Antiterrorista contra la ciudadanía en general, contra movimientos sociales y políticos en particular” (Julián Axat)

Un libro para releer

“Políticas de Terror. Las formas del terrorismo de Estado en la globalización”, Jerónimo Pinedo y otros, Ad-Hoc - CIAJ, Buenos Aires, 2007.

El atentado a las Torres Gemelas, el 11/9 de 2001, fue un gran favor para el poder hegemónico. De esa constatación parte Políticas del terror, un ensayo colectivo que explora el andamiaje jurídico y la política internacional que se gestaron a poco de que el fantasma del terrorismo calificara como un buen sustituto para ocupar el rol de enemigo que el ocaso del comunismo había dejado vacante.
Cinco integrantes del Colectivo de Investigación y Acción Jurídica (CIAJ) y seis invitados estudian distintas dimensiones –sociales, políticas, legales– del complejo proceso que se disfraza de “guerra contra el terrorismo”, en el que los Estados llevan una doble vida. Por un lado reivindican la universalidad de los derechos humanos y se ajustan a sus estándares jurídicos. Por otro, se embarcan en una cruzada que requiere un “estado de excepción” permanente: avanza en todo el mundo el denominado “derecho penal del enemigo”, que no reprime actos sino actores, que extiende las penas al infinito y recrudece los dispositivos de vigilancia y castigo. Mientras, el Estado se desentiende de problemas sociales que apremian.
Sobre eso trata Políticas del terror, que no se circunscribe al caso argentino ni al derecho internacional, sino que incluye trabajos sobre la persecución de los anti-globalizadores en la Unión Europea, las medidas de excepción en el País Vasco, el oscuro discurso de la “seguridad democrática” en Colombia, y los ataques a los defensores de derechos humanos en Guatemala, donde la lucha anti maras es la versión local del chivo expiatorio. En todos los casos, el incremento de la violencia institucional y parainstitucional apunta a quienes hace rato padecen la criminalización de la protesta y de la protesta, estudiada por el CIAJ en un volumen publicado en 2004 junto a HIJOS La Plata y Ediciones Grupo La Grieta.
El nuevo libro –con el sello de una editorial especializada en derecho– es desparejo: textos prolijamente elaborados conviven con otros que intimidan por su tono tratadista o abruman con expresiones en latín, largas citas jurídicas y notas al pie infinitas. Pero todos ofrecen información abundante que vale la pena... y asusta: Chile apeló a la Ley Antiterrorista de Pinochet para tratar el conflicto mapuche; España estableció la responsabilidad penal para niños asociados al terrorismo (“antes que menores hay que considerarlos terroristas”, explicó Aznar); Colombia quiere extender el servicio militar a mujeres e indígenas; Estados Unidos autorizó “tribunales sumarísimos” donde el propio gobierno puede acusar, juzgar y ejecutar sin posibilidad de apelación.
La guerra antiterrorista evidencia rasgos compartidos con un mundo que se creía clausurado junto al nazismo y la segunda guerra: el desprecio por la vida, la muerte indiferenciada, la racionalidad instrumental, y campos para la exclusión y eliminación de una parte de la población cuya humanidad se niega. Este es el eje del capítulo escrito por Pilar Calveiro, que demuestra que los campos de concentración gozan de buena salud y, más aún, son centrales en la reorganización global del poder: “Guantánamo es sólo el caso más visible de una red mayor de centros de detención clandestinos”, un nuevo gulag que parece invisible a sus contemporáneos, igual que los campos de concentración de cada época, siempre admitidos con posterioridad. Queda clara la relación con su trabajo previo Poder y desaparición, por el que Calveiro es una de las firmas más conocidas de esta publicación, en la que acompaña a investigadores jóvenes y militantes. Entre ellos, Julián Axat propone un análisis claro y riguroso de los proyectos de legislación antiterrorista en nuestro país, en los que encuentra un parecido de familia con leyes y decretos “antisubversivos” que florecieron en los ´60 y ´70. La figura de la subversión, “un adefesio político engarzado a textos jurídicos”, resultaba tan indefinida como el terrorismo hoy.
Otro trabajo que sobresale corresponde a Rodolfo Iuliano, quien además de escudriñar las formas de la institucionalización imperial, con dispositivos de confinamiento que ya ni siquiera son disciplinarios, plantea incisivos interrogantes sobre el discurso internacional de los derechos humanos, que se ha mostrado impotente para enfrentar la política imperial. Su minucioso ensayo hace tambalear incluso algunas palabras escritas en otras páginas del libro. Sin descartar su potencial emancipatorio, Iuliano advierte la necesidad de superar la postulación abstracta de derechos para encarar una acción política que haga realidad el igualitarismo: “nos estamos preguntando por la viabilidad, la rentabilidad fáctica y la eficacia material que podría tener la encarnación del discurso de DD.HH. en un proyecto político situado dentro del campo de batalla, desvestido del ropaje episcopal del universalismo con que sermonea a su feligresia –la humanidad toda– desde un púlpito elevado por encima de las pugnas políticas concretas, múltiples y culturalmente heterogéneas”. El dilema se plantea entre seguir en la arena jurídica, donde hoy se muestra ineficaz pero perdurable, o probar suerte en la política, donde puede ser eficaz a costa de la contingencia.
En fin, con distintos tonos el libro examina los peligros de la cruzada por la seguridad global, busca herramientas para confrontarla, y demanda incluir la cuestión en la agenda de nuestras preocupaciones. La advertencia no parece desatinada. Y si quedaban dudas, en junio el Congreso nacional sancionó la norma que reclamaba el lobby norteamericano: una nueva ley antiterrorista.

Publicado en Puentes N° 21, año 2007.
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