martes, 5 de agosto de 2014

Pueblo Libre

Suponete que estás fuera del país y te roban la computadora y el pasaporte. Una computadora que vale una fortuna porque realmente vale un montón y también por todo lo que lleva adentro: cada vez más, tenemos la vida dentro de esos aparatos. Y sabés que ya fue, pero como te robaron el documento con el que pasaste la frontera tenés que hacer la denuncia. Tenés que ir a una comisaría, y sabés que una comisaría es lo mismo en cualquier lugar de América latina, y recordás que la última vez que entraste a una fue cuando detuvieron a un militante por ser morocho, joven y pobre. Y entrás nomás, en este lugar que se llama Pueblo Libre pero más bien quisiera ser un Pueblo Seguro, aunque para eso tenga que resignar su libertad.
Estás con tus amigos y toda la bronca que existe en el mundo ese día, porque cada minuto, como si tus pensamientos marcaran el tic tac del reloj, caés en la cuenta de un texto, una foto o una idea que no vas a recuperar. Y los canás están sentados, cinco juntos sin hacer nada, dándote tiempo de pensar. De pensar y reírte de los carteles que tienen colgados ahí mismo, que señalan que "tiempo que pasa, verdad que huye" y convocan a la Policía Nacional a trabajar con "probidad y eficiencia".
Y vos ya querés irte a la mierda, pasar la frontera con el DNI y después denunciar que perdiste el pasaporte frente a un burócrata igual pero que come facturas con dulce de leche: por lo menos te vas a sentir como en casa. Pero finalmente atienden. Hacen el teatro de salir en patrullero a reconocer el lugar y volver con el administrador del hostel, y atienden.
Vos volvés a contar el caso, a contarlo con toda su sencillez, porque al fin y al cabo lo único que querés es el papel que certifica que un burócrata tomó nota de que te robaron el pasaporte. Y aunque le explicás que las dos personas se habían registrado con nombres más falsos que un billete fotocopiado, te tenés que fumar que los busquen en sus registros y que la denuncia se haga contra ellos. Denunciantes: vos y tu amigo. Denunciados: Fulano y Mengano. El administrador del hostel: "participación a determinar". Ya que lo trajeron, lo ponen. De paso, seguí perdiendo tiempo. Jodete por boludo. Fijate qué parecidos son a los canas que conocés. Que te quede claro que la familia policial es latinoamericana, mundial, cósmica: en todos lados funciona con la misma lógica. Que te exaspere que el suboficial tipee lento, con dos dedos, hasta que tengas muchas ganas de correrlo de la silla y escribir vos. Pero no. Es su computadora. Te lo hace saber cuando sin querer minimiza la página y todos lo ven -vos, tus amigos, el hostelero y todos los canas-: la web porno que estaban viendo cuando te hacían esperar, una concha grande como una casa.
-Uy, se nos abrieron todas las páginas -dice uno y te jurás que nunca más en tu vida vas a perder los documentos.
Y estás ahí, ya estás ahí, y si te vas de ahí capaz que te arman una causa, así que la escena sigue. Enumerás los objetos perdidos. Le dictás el pasaporte y también la ID de tu Mac, aunque es una causa perdida. Querés que termine, imprima y salir a matar la bronca con cervezas.
Listo.
Suponete que llegás a pensar que la cosa terminó.
Pero no: no te la pueden imprimir. Tenés que volver mañana, después de pasar por el Banco de la Nación y garpar. La tasa policial: alguien tiene que pagarle la internet para que los canas se hagan la paja cuando no están patrullando las calles.
Pero no: el administrador del hostel se tiene que quedar un rato más, tienen que hablar con él. Y vos sabés: la recaudación no es sólo vía el Banco de la Nación.
Vos, volvé mañana.
Y mañana volvés con el tickecito, para dárselo al cana afectado a imprimir copias certificadas. Volvés mañana para que te digan que tampoco está listo: tiene que firmar el Comisario, volvé mañana, otra vez. Le rogás pero no, mañana.
Y volvés, porque necesitás un maldito registro que diga que tu pasaporte está en manos de otro. Volvés para ver cómo el mismo empleado en la misma silla frente a la misma computadora, le hace la firma al comisario delante tuyo. Volvés para que de una vez estos corruptos pajeros te den el papelito donde obviamente ya no figura el nombre del administrador del hostel, donde vos denunciás a dos personas que todos sabemos que no existen, aunque sólo querías registrar que ya no tenés tu pasaporte, ni tus apuntes de los últimos tiempos, y ya no sabés si reir o llorar y nomás optás por escribir.
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