“Más allá del Camino del Buen Ayre, los derechos humanos quedan en suspenso” (Alicia Dujovne Ortiz, en “¿Quién mató a Diego Duarte? Crónicas de la basura”)
“Cayeron dos adolescentes de 16 y 17 años”, dice Clarín.
“2 chicos muertos al reprimir”. Indignan las palabras.
Ocurrió en José León Juárez. A la tarde había descarrilado un tren carguero; los habitantes de un asentamiento cercano comenzaron a saquearlo. La policía reprimió ferozmente. Un chico murió baleado en el acto. El otro, cuando lo atendían en un centro de salud.
Página dice que un tercero está internado en grave estado. Todos eran pibes. Todos eran pobres.
Cuando leí la noticia me acordé de Diego Duarte. En marzo de 2004, mientras se instalaba en el debate público la idea de bajar la edad de imputabilidad, él y su hermano mellizo, llegados desde Formosa, buscaban metales -o cualquier cosa que pudieran vender- en los basurales que tiene el CEAMSE sobre el Camino del Buen Ayre y el Río Reconquista, en José León Suárez. Era la noche del 14 de marzo. Cuando vieron que unos vigilantes se acercaban, se escondieron detrás de un montículo de basura, justo cuando unas topadoras removían el lugar. Diego quedó sepultado. El hecho apenas salió en algunos diarios, y el Estado no puso demasiado esfuerzo por hallar el cuerpo.
Aquella víctima tenía 15 años. Los dos chicos asesinados ayer, 16 y 17. Diego nació el año que Menem ganó su primera elección. Los otros, después de la segunda. En sus cortas vidas pasaron hambre y frío. Y acaso la única cara que el Estado les mostró fue la policial: los golpes y las balas. Ahora están muertos. Los mataron.
Esta tarde en La Plata hay previstas actividades públicas para volver a decir que estamos contra la baja de la edad de imputabilidad, que vuelve cíclicamente a ser tapa de diarios por un oportunismo que atraviesa todo el arco político. Quieren bajarla de 16 a 14, como habían hecho los dictadores en el ´76 y ellos mismos volvieron atrás.
Contra lo que se exalta mediáticamente de tanto en tanto, nuestro país no tiene un gran problema de criminalidad entre los adolescentes. Sólo hay un puñado de casos de homicidios cometidos por menores de 16. Muchos más son los que trabajan en condiciones deplorables, próximas a la esclavitud. También son más los que mueren por causas vinculadas al hambre. Son más las mujeres que fallecen después de abortos clandestinos. Son más las víctimas del gatillo fácil.
Y otra vez resuena con muerte el nombre de la localidad donde hace casi 55 años masacró la revolución fusiladora. Con muerte joven y pobre. No quiero hablar de la edad de imputabilidad. Hoy siento que cualquier político, periodista o ciudadano de a pie que tenga como prioridad este tema en su agenda, es una verdadera basura.