martes, 4 de agosto de 2009

Muros

Oscar Wilde escribió hace más de un siglo: “Las cárceles se construyen con muros para que Dios no vea lo que hace el hombre con sus hermanos”. El trabajo del Comité contra la Tortura que recogemos en esta edición* resquebraja ese muro. El interior de las cárceles existe y ya ni falta hace leer grandes tratados de sociología para comprender que en ese infierno las prácticas institucionales no van a “resocializar” a nadie. “En condiciones tan inhumanas el hombre se hace salvaje”, comentó Carlitos Cajade cuando visitó, hace cuatro años, uno de estos campos de concentración de pobres.
La situación apenas ha cambiado. Los presos son cada vez más jóvenes y más pobres. Y la mayoría llega por delitos menores que ni siquiera han sido probados en un juicio. Tras los muros, el maltrato y la tortura son habituales. Esa violencia, junto a la corrupción que los priva de alimentos y la falta de cuidados que los deja a merced del SIDA y otras enfermedades, hace que ese encierro sea, a juego de lotería, una pena de muerte. Prohibida por la Constitución, esa condena se aplica de hecho, silenciosa y masivamente. En institutos de menores, cárceles y comisarías superpobladas, no hay derecho que valga.
Pero de esas muertes cotidianas no se habla. La Justicia no las juzga y escasas veces se advierte esa “inseguridad” en los grandes medios de difusión, donde la palabra está concentrada y la información es un negocio avalado por una ley que -pese a los auspiciosos anuncios que aplaudimos en su momento- sigue sin ser modificada.
Así, el mes pasado, la agenda se redujo a la gripe A. A la gripe de algunos, claro. Porque ¿hubo alcohol en gel, barbijos o Tamiflu al interior de las cárceles? ¿Alguien previno allí el hacinamiento? Intuimos la respuesta porque, pese a los muros, es sabido lo que estamos haciendo con nuestros hermanos.
La gripe nos perturbó. ¡Una pandemia! Nos preocupamos mucho, como no lo hacemos con otras enfermedades que representan un riesgo mayor y crecen sin pausa, como el Chagas, la fiebre amarilla, la tuberculosis...
La gripe nos alteró. Reorganizamos nuestras vidas. El peligro era real: la Influenza existe y, sin las medidas adecuadas, puede conducir a la muerte. Por eso mismo fue el nuevo muro que separó a los incluidos de los excluidos.
Pensémoslo con un ejemplo: reorganizar la vida por la gripe fue, para los chicos que asisten a los casi 15.000 comedores de las escuelas y jardines bonaerenses, perder esa comida diaria que a veces es la única. El Estado provincial tomó cartas en el asunto vergonzosamente: reemplazó el servicio por la entrega de una canasta de alimentos ¡cada quince días!
Por otra parte, mientras la gripe de los incluidos llamó nuestra atención, el Senado se reunió y aprobó un nuevo régimen penal para adolescentes. Quizá tenga aspectos positivos: además de dejar atrás una norma de la dictadura, ofrece ciertas garantías en el proceso penal que hoy no existen. Pero al mismo tiempo se baja la edad de imputabilidad a los 14 años. Nos inquieta que se haya tratado sin discusión pública. Y nos indigna que, una vez más, se esté eludiendo la cuestión de fondo: las gravísimas problemáticas sociales que afectan a los pibes. En vez de fortalecer políticas de contención y promoción de sus derechos, piensan en el castigo.
Si algún crimen nos convoca con urgencia a tomar medidas, es el hambre. Así lo dice hace años el Movimiento que nació del empuje de Cajade junto a Alberto Morlachetti, de Pelota de Trapo. El mes pasado, una compañera de Pelota sufrió la novena intimidación sobre el Movimiento de los Chicos del Pueblo en poco tiempo. Y acaba de cumplirse un año del episodio en que un escuadrón parapolicial amedrentó a los chicos que sobrevivían en la Plaza San Martín. La investigación del hecho está parada. Como contamos en nuestras páginas, la causa que avanzó fue un recurso de amparo contra el Estado por incumplir el régimen de protección integral de los niños. Pero la ley sigue sin practicarse.
Haber garantizado sus derechos debería ser un requisito para discutir la edad de la imputabilidad. Sin embargo, mientras nos prevenimos de la gripe, centenares de pibes siguieron en la calle pasando hambre. Y se vuelve a proyectar mandarlos detrás del muro, donde la muerte ocurre pero no se ve.

* Editorial de La Pulseada N° 72, agosto de 2009.

IMAGEN Tapa de La Pulseada 72 (AUTOR RICARDO CARPANI)

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