miércoles, 12 de octubre de 2011

De regreso a octubre Pilagá

Imagen de Chempes
El primer peronismo tuvo muchos octubres. Tuvo el 17, ese octubre mítico, plebeyo y fundacional, pero tuvo también octubres tristes, oscuros, trágicos. Fue precisamente ese mes, en 1947, cuando la Gendarmería protagonizó la masacre de indígenas más grande del siglo XX. En el paraje de Rincón Bomba, en el entonces territorio nacional de Formosa, la comunidad Pilagá sufrió una cruda represión cruda que produjo entre 400 y 800 muertos y desaparecidos, incluidos niños. “Octubre Pilagá” se llama el documental que narra la historia de ese pueblo diezmado por el trabajo esclavo, la pobreza y las balas públicas.
En un tiempo en que mucho se discute acerca de cuán peronista es el kirchnerismo, la muerte en los pueblos originarios formoseños resulta una lamentable continuidad.
Admito que aquel debate me interesa a medias; que me convoca sólo en la medida que incluya miradas capaces de ver matices, procesos y correlaciones de fuerza, y no cuando arriba a la respuesta escueta de la izquierda de manual, que afirma una total equivalencia entre peronismo y kirchnerismo porque simplemente define a ambos como formas del bonapartismo. Cuando el ejercicio intelectual de pensar la política se reduce a la colocación de etiquetas se vuelve insípido, aburrido, inútil.
¿Qué decir sobre la cuestión? Por un lado, el kirchnerismo, en su tiempo histórico, ha producido menos alteraciones en la estructura económico-social que el peronismo clásico. Por otro, su política cultural (universitaria, mediática) ha sido mucho más abierta, amplia y luminosa (y digámoslo también, clasemediera), lo que se expresa en el apoyo o la simpatía de un grupo importante de artistas e intelectuales -que antes habían resistido al menemato. Hoy ninguna escuela obliga a escribir “Cristina me ama”, la re-regulación del espacio mediático tiene un signo antiautoritario, y el nacionalismo ultracatólico está lejos de las universidades públicas. En eso, el kirchnerismo es superador del peronismo, y la política cultural tiene rasgos elogiables.
De algún modo, en la renovación que promueve en el plano simbólico, el proceso político actual ha sido receptivo de actores y demandas planteadas por movimientos sociales organizados y legitimados en los ´80  y ´90: el movimiento de derechos humanos, los jóvenes, la diversidad de identidades de género. Pero no ocurre lo mismo con los pueblos originarios (más allá de conquistas puntuales, como la inclusión en la ley de servicios de comunicación audiovisual, la consideración del último censo y algunas políticas focalizadas) cuya lucha no sólo es por la identidad sino también por la tierra y la autogestión de derechos. Las demandas que articulan los mapuches en la Patagonia, los q´om en Formosa y Chaco, los guaraníes en Misiones o los quechuas y aymarás en el Norte chocan indefectiblemente con los poderes locales que sostienen al kirchnerismo en el interior y también con las bases del actual crecimiento económico.
Así, la brutal represión de la policía formoseña y la Gendarmería nacional a la comunidad q´om de La Primavera, ocurrida el año pasado, reactualiza el punto más oscuro del peronismo. La muerte evitable, el crimen de Estado, la impunidad y los silencios revelan en carne viva la contradicción más honda del gobierno nacional.
Pues con su efectiva contribución al proceso de re-politización de la sociedad (sabemos, sí, que no empieza con Kirchner ni lo tiene como único determinante), la tendencia a des-judicializar la protesta, la centralidad de los derechos humanos en la agenda, e incluso un atisbo de disputa con las grandes corporaciones rurales, que puso en debate público la cuestión de la tierra, el peronismo del siglo XXI creó condiciones para que las demandas de los pueblos originarios cobraran un nuevo impulso, organización y visibilidad. Pero en su pacto inmutable con personajes como Gildo Insfrán y su dependencia de proyectos económicos que avanzan a costa de la expulsión de poblaciones y un tremendo deterioro ambiental, asegura una respuesta negativa.
Marx se equivocaba: hay tragedias en la historia que siguen repitiéndose como tragedias. Las noticias de muerte en el Noroeste argentino que unen los ´40 con nuestros días tienen ese sabor, y nos plantean el desafío de correr los límites de lo posible todavía mucho más allá. De lo posible –aclaremos- no en materia represiva y de acumulación capitalista, sino en el sentido que comúnmente se ha consagrado a los octubres: la inclusión, la ampliación de derechos, la transformación social.

Escrito para la revista La Grieta Digital/ pensando en voz alta,
N° 1 "De regreso a octubre"

De regreso a Oktubre, por Fabiana di Luca

2 comentarios:

  1. Impecable (y necesaria) reflexión.
    Y aunque no hace falta, yo siento la necesidad de decir que correr los límites siempre podremos (¡es nuestra responsabilidad!)dentro de este país que se está construyendo, de esta construcción colectiva actual (me molesta, me sigue molestando decir "kirchnerismo", por mas amplio que se quiera mostrar al término, hay mucho más que kirchnerismo en juego).
    Digo, para hablar en criollo, que ninguno se sonría pensando en votar a Altamira ;)

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  2. En relación al tema, una buena nota de Darío Aranda en el Página de hoy: http://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-178742-2011-10-12.html

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