viernes, 1 de octubre de 2010

Laica y libre

Hagan la prueba. Pasaron más de 50 años y muchos desconocen aquel debate. Busquen alguien que no lo haya vivido ni leído, y pregunten:
-¿Laica o libre?
Libre.
Suena mucho mejor. ¿Quién está en contra de la libertad?
La dicotomía laica versus libre estructuró el debate sobre una de las medidas más significativas del gobierno de Frondizi, hacia 1958, que habilitó a las universidades privadas a emitir títulos. Una de las convocatorias más grandes del movimiento estudiantil organizado ocurrió bajo ese lema. Defendían la bandera de la “enseñanza laica”, contra el proyecto gubernamental que tenía su mayor respaldo en la Iglesia católica, principal interesada en la habilitación de la educación superior privada.
Siempre tuve la sensación, cuando leí sobre esa disputa, que el progresismo la había perdido de antemano. La había perdido simbólicamente.
Tengo esa misma sensación ahora, cuando dejamos oponer derecho a la vida y derecho al aborto. Ojalá me equivoque; ojalá lleguemos a corregirnos a tiempo.
En la tele, en un noticiero bastante piola, más de una vez ví un zócalo que decía: “marcha a favor del aborto”. En rigor, pocas personas están a favor del aborto. Quiero decir: el aborto es una decisión difícil, una práctica dolorosa, una situación traumática. Nadie anda haciéndose abortos porque le gusta. No hay partidarios, hinchas o fans del aborto como los hay de un club de fútbol, de una banda musical o de un grupo político.
No se trata, el debate actual, de estar a favor o en contra del aborto, sino de su penalización o su despenalización, de su práctica clandestina (que condena a la muerte a las mujeres de las clases populares) o la realización en condiciones higiénicas, iguales para todos, y con un tratamiento que incluya el después.
Digámoslo, por si alguien tiene dudas todavía: miles de abortos se practican cotidianamente (A propósito, un slogan de la campaña uruguaya sacude las conciencias: yo aborto, tu abortas, nadie más se calla). Lo hacen incluso quienes buscan imponer al Estado una moral religiosa, del mismo modo que muchos opositores al divorcio sostenían familias extraconyugales, y algunos rivales del matrimonio igualitario esconden relaciones homosexuales. Lo practican, claro, en clínicas privadas que ofrecen toda la seguridad (en otras palabras: hoy el derecho a decidir se compra con dinero), mientras unas cien mujeres pobres mueren al año por obra de la legislación que sostienen quienes dicen “defender la vida”.
Hace unas semanas, a propósito de las pugnas por la ley de servicios de comunicación audiovisual, un amigo periodista escribió un texto exhortando a tener cuidado con las palabras. No deberíamos –decía- hablar del “artículo sobre desinversión”, sino del proceso de desmonopolización de la propiedad de las licencias. Hasta a 6-7-8, tan crítico de Clarín, se le escapa esa palabra.
Pues bien: de igual modo, si queremos un debate sano y certero, debemos tener cuidado a la hora de etiquetar las posturas y los actores movilizados en torno a la cuestión del aborto. Si titulamos “a favor del aborto” las marchas contra su penalización, empezamos a perder la batalla. Y claudicamos simbólicamente, sobre todo, cuando permitimos que la medieval oposición a la posibilidad de decidir asuma la bandera del “derecho a la vida”. Hablemos la palabra justa. La educación laica era una educación libre. Aclaremos a la sociedad que peleamos por la vida. Porque reclamar “educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar y aborto legal para no morir”, no es otra cosa que estar a favor de la vida.

4 comentarios:

  1. Entonces, en los términos estadounidenses, podríamos decir que "right-to-choice" y "right-to-life" podrían pensarse como dos caras de la misma demanda, nuestra demanda. La consigna sería algo así como "despenalización del aborto, por el derecho a la vida". Muy bueno el artículo, Dani.

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  2. Otra idea, contestando a las organizaciones contra el aborto -o a favor de la vida del "niño por nacer":
    - "Elegimos la vida" (dice la organización cuyo nombre es ese, justamente, la del logo naranja con la manito)
    - "Nosotros también" (decimos nosotros, los aglutinados bajo la bandera "despenalización del aborto, por el derecho a la vida")

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  3. Interesante argumento. Lo que no me convence, sin embargo, es que una pérdida en la batalla de "lo simbólico" implique la pérdida de la batalla real.

    What's in a name? That what we call a rose by any other name would smell as sweet; so Romeo would, were he not Romeo call'd retain that dear perfection which he owes.

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