lunes, 22 de diciembre de 2014

Perspectivas en Historia de los Medios

Ya está disponible en issu esta nueva revista. Buen aporte del Colectivo Jorge Rivera para pensar la historia de los medios:


sábado, 13 de diciembre de 2014

Lomito al champignon (o los mitos del champiñon)

Para Carlos Aprea

“Nos gusta cocinar.
Nos gusta escribir.
Nos gusta sacar fotos.
Nos gustan los encuentros.
Nos gusta contar historias.
Queremos reivindicar esos placeres. Queremos encontrarnos con ricas comidas y con ricas personas”
Así decía parte de la invitación que mandé en noviembre del año pasado a cinco personas, elegidas combinando azar e intuición. Antes había hablado con un fotógrafo de quien tampoco sabía mucho -sí, que además de la cámara le gustaba meter mano y corazón en la cocina-. El proyecto: contar recetas y, al hacerlo, contar sus historias. La propuesta, igual para los cinco, era “que nos juntemos un día, una noche, a cocinar y conversar”. El invitado o la invitada elegían la comida, por el motivo que quisieran: “La elección es completamente libre. La idea es que cocinemos juntos, ensuciarse las manos mientras escribimos algo o sacamos alguna foto; y que nos cuentes la preparación mientras la llevamos adelante. La idea es que el encuentro sea en tu casa, en tu cocina, porque la identidad del lugar es parte del relato que queremos producir: un entrecruzamiento de las recetas con la historia de las recetas, la identidad de quien las cuenta y la situación que compartimos”.
Fue hace un año. No sabía -ni quería prever- que resultaría. Tres personas contestaron. Sólo una concretó. “Primera cita”, dice una de las primeras páginas del pequeño cuadernito espiralado que compré el mismo día que visitamos a Carlos y a Reneé en su casa de Villa Elvira.
Hacía un calor. El verano le jugaba en contra al poeta, encantado con la invitación, que en otro momento del año no hubiese dudado el menú: guiso. “El guiso se presta a mayor creatividad”, sentencia. “Y es una comida donde todos pueden colaborar, por eso dicen que no hay dos guisos iguales”, agrega luego, mientras dubita qué tarea delegar: ya hizo las compras, tomó las riendas del asunto y está decidido a ser el autor de la obra.

*
Es un sudado viernes de diciembre, aunque el almanaque en la heladera todavía marca noviembre, 15. Del mes pasado datan las bananas que están sobre la barra de madera, puerta de entrada a una cocina de baldosas rojizas, que a simple vista se descubre habitada con pasión. Lo saben bien el pingüino del vino tinto, las tablas de madera gastadas, la fondeu, las asaderas que descansan sobre la heladera. Por el ventanal rojo sale un alargue hacia el patio desde donde nos mira Frida, la gata que se pasa de mimosa. Allí será el lugar de degustación. Pero adentro, en el centro neurálgico de la casa, comienza la historia.
El capítulo principal se titula lomitos al champiñón pero tiene un prólogo preparado antes de nuestra llegada: brusquetas. Así, y con una cervecita fría, arrancamos a charlar de la propuesta y sus posibles derivas. Tenemos más preguntas que respuestas. Empezamos con la comida. “El secreto de esto, para mí, es el aceite de oliva”, dice Carlos y nos habla de las ensaladas meridionales, la combinación de sabores, las alquimias de la cocina. De los cinco invitados, Aprea era el hombre de letras: lo conocemos por escritor, poeta experimentado, con libros publicados. Sorpresa: no hablaremos de literatura -acaso sí algo de cine, al final de la noche- sino de química. Y resulta que Carlos es técnico químico, aunque apenas haya ejercido aquel oficio que le truncó la dictadura primero y el menemato después. Su primer trabajo se frustró con el golpe; al segundo, en YPF, sobrevino el desguace del Estado. La química quedó guardada para la cocina.
-Es lo único que me quedó de ser técnico. Parece joda, pero te quedan aprendizajes -asegura Carlos mientras empieza a picar los echalotes, esa especie de híbrido entre la cebolla y el ajo recientemente incorporado a la cocina argentina. En la mesada espera un buen trozo de lomo, buscado con dedicación: toda una aventura encontrar un lomo que no sea feedlot (engordado en corral), relata el escritor, químico, aventurero que asegura cocinar tres o cuatro veces por semana y cuenta que toda receta combina la enseñanza de alguien y la experimentación propia.

*
Mezcla. Eso es la comida, eso somos, y eso es Carlos Aprea: villaelvirense, nieto de españoles por vía materna y de italianos por lado paterno, juntado con una mujer de origen judío-polaco. Habitantes de una ciudad dentro de la ciudad, dos descendientes de europeos criados a papa y maíz, “lo más grande que América le dio al mundo”, según afirma Carlos (que alguna vez, hace ya una década, pasó por la cátedra libre de Soberanía Alimentaria), mientras cuchillea de atrás para adelante con la mano izquierda y habla de la “versatilidad de la papa”. “Tenés millones de variantes”.
Esta noche, en su cocina, las papas esperan el turno para convertirse en noisette con “un adminículo” -la palabra es suya- especialmente diseñado para ese fin. Salpicamos Italia, España, Nuestramérica, Francia.
La mezcla empieza en la feria, asegura el anfitrión, que compró casi todo en Diagonal 73 y es hijo, además de todo, de una familia de feriantes. “La feria es una fuente natural de recetas, de cruces”. De ahí vinieron los champiñones, que tienen que estar bien blancos. De ahí vino el echalote, que servirá como fondo para la cocción de los hongos, y que ya está cortado chico cuando Carlos derrite un poco de manteca en la sartén Essen. Resuena el crujido de la grasa en la cocina acogedora con estantecitos llenos de detalles, llenos de Carlos y René, de sus amigos y sus hijas.
La actividad se concentra en la hornalla y en una pequeña porción de la mesada en ele, desde donde se ve a Frida y la mesa en la que más tarde se hablará de las inundaciones, los teléfonos con internet y la música brasileña. Adentro, Carlos economiza recursos: para no usar tres fuentes, sella la carne en el mismo fondo de cocción donde doró la papa. Hace y sigue. De a ratos recuerda la consigna y pone la receta en palabras. Que puso pimienta y no sal, remarca. Que es difícil que el lomo falle, confiesa. Que agregará un vasito de vino y ahora, más aceite.
-Para aumentar el punto de fusión -explica el químico.

*
Ahora piensa y comenta que hay otro parecido entre la cocina y la química: un montón de cosas son accidentes. La penincilina y el dulce de leche, ejemplifica. Ambos, azares de la historia.
De vuelta sobre la creación, con el lomo ya sellado, lo envuelve en panceta y lo ata con un nudo “tipo lacito”.
-Algunos lo hacen como una receta aparte -comenta-. A mi me gusta la combinación.
-Es un trabajo de artesano...
-Y sí, en parte sí. Pero después gusta más.
Sobre la mesa hay unas xilografías que Edgardo-Antonio Vigo hizo sobre finales de los ochenta. Hablamos del arte, que “no es una teoría; es un acto de libertad”, según la frase que el anfitrión entrega en un papelito pretendiendo que adivinemos su autor, Luis Pazos.
La cocción continúa.
-¿Cómo te das cuentas de que está la carne?
- Y... Es a ojo.... Diez o quince minutos. Cuando se va cocinando, va cambiando de color, se va ablandando, se va achicando -dice el autor y agrega un poco de queso Finlandia, sabor gruyere, para darle más cremosidad a la salsa. -Si uno quiere ser estricto, no deberías nada -se ataja y sigue.
Al final de la receta, echa los campiñones y más crema,“a lo bestia”; hasta la papa entra en la misma olla. “Yo prefiero que los sabores estén combinados”, aclara. En el restorán no es así. Pero en este encuentro de personas, recetas e historias, esta noche de diciembre en la cocina del poeta de Villa Elvira, todo se mezcla.

Fotos: Pablo Kauffer

PD: Gran parte del registro y los primeros apuntes del encuentro con Carlos se fueron hace un tiempo, sin retorno posible, con el robo de mi computadora (Si no sos riguroso con los backups, no tenés que demorar en concretar tus proyectos: esa es la lección). Con esa limitación, reconstruí como pude aquella noche, en honor a quien nos hizo deleitar con sus lomitos y que -dicho sea de paso- el domingo 21 presenta su último libro de poemas, Villa Elvira.

miércoles, 26 de noviembre de 2014

2A. El naufragio de La Plata

La investigación comenzó por lo que el gobierno de la Ola Naranja pretendía minimizar y ocultar: las muertes. “La elaboración de una primera base de datos propia con avisos fúnebres, listas de muertos y entrevistas en barrios, en morgues y en cocherías fueron el punto de partida de este trabajo”, cuentan los autores, profundamente comprometidos con el tema desde un comienzo, uno desde las páginas de Diagonales y la otra, escribiendo y coordinando la cobertura de esta revista. “La tarea periodística conjunta permitió consolidarla, diversificar el barrido de fuentes documentales y fuentes testimoniales implicadas, y seguir lo que pasó en todos los poderes del Estado. En La Pulseada, que cubrió el tema con noticias, crónicas y análisis, publicamos más de 100 notas entre las ediciones impresa y web entre abril de 2013 y marzo de 2014”.
2A. El naufragio de La Plata indaga en todos los poderes sin concesiones: reconstruye acciones e inacciones del comité de crisis comandado por Berni y Casal, del municipio de los hermanos Bruera y cada una de sus delegaciones, de los gobiernos nacional y provincial, de los juzgados, fiscalías y defensorías involucrados. También cuenta el derrotero del tema en los ámbitos legislativos, donde se pusieron en escena comisiones investigadoras que funcionaron sin pena ni gloria y ni siquiera fueron capaces de interrogar a los máximos responsables de la tragedia. Y otro gran aporte: no se olvida de la responsabilidad de las empresas privadas, ya sea las prestadoras de servicios públicos, como EDELAP, las patronales de algunas de las víctimas —como Mandelbrot, en el caso de Josué, entre otras— o el Hospital Español, que antes de ser impugnado por las muertes de pacientes internados allí se benefició con ayudas millonarias que el Estado no dio a sus propias instituciones de salud. Josefina López Mac Kenzie y Martín Soler conocen de principio a fin cada expediente, la trayectoria de las asambleas barriales y las historias de muchísimas víctimas y sus familiares, sin atarse a ninguna versión más que la propia, construida a partir de cientos de testimonios recogidos y páginas leídas. 
El 2A es el 2 de abril de 2013, cuando buena parte de La Plata quedó bajo el agua y se incendió una bomba ubicada a pocos kilómetros, llamada Destilería YPF. El naufragio es lo que vino después: la falta de respuestas en una ciudad que vive en riesgo de inundación, el manoseo del listado de víctimas y los “Teatros de Cámara”, como llaman los autores a los honorables simulacros de investigación. El 2A es un hito en la historia de la capital bonaerense; marca un antes y un después. El libro editado por La Pulseada, el quinto publicado sobre el tema, es el primero basado en una investigación periodística y es esclarecedor. La pesquisa se inscribe en la mejor tradición del periodismo argentino: es extensa y profunda, rigurosa con los datos, comprometida con las víctimas e implacable con los poderes públicos. Y todo el trabajo gráfico del libro está a su altura, empezando por la portada, en la que Juan Bertola —autor de una emblemática tapa de esta revista en mayo de 2013 y de las viñetas del proyecto “Prohibido olvidar”— sintetiza en una imagen continua, interminable, las distintas escenas, reclamos y sensaciones que el agua sacó a flote a partir del 2A.

jueves, 9 de octubre de 2014

lunes, 1 de septiembre de 2014

4ª Fiesta del Libro y la Revista


Se viene la mayor feria que convoca, en una Universidad pública, a editoriales independientes, sellos universitarios y revistas autogestionadas. Podrás encontrar las publicaciones de Mil Botellas, NULU Bonsai, Punto de Encuentro, La Otra Vereda Editorial, Milena Caserola, Pixel, Club Hem, La mariposa y la iguana, La cebra, Herramienta, Coordenadas, A pasitos del fin del mundo, Hekht libros, Capuchas, Expreso Nova, La Caracola, Ciccus, Futuro Anterior, Kula, Morosophos, Refalon , La Parte Maldita, Godot, Editorial UNQ, EDUVIM, UNIPE, EDULP, Unidad de Publicaciones del Departamento de Ciencias Sociales, Materia Pendiente, Sudestada, Estructura mental a las estrellas, NaN, Skopein, La Granada, Maten al Mensajero, La Pulseada, Voto latino, El caminante, La Cuco, El Parque, Ideas de izquierda, Las patas en la fuente, Otro Viento, Atrapamuros, Burra, Open Lincoln, Reconciliando Mundos, Renacer, Malisia, La Periférica, Nuestra América, Las cuarenta, Bajo la luna, Crann, El Colectivo, La talita dorada, HDJ, Quadrata, Añosluz, Alto Pogo, Llanto de mudo ediciones, La bestia equilátera, Entropía Eterna Cadencia, Criatura editora, Caja Negra, Cactus, Interzona, La marca, Mar dulce, Paradiso, Gog y Magog, Viajera, Iván Rosado, Malsalva, Aquilina Ediciones, Biblioteca Nacional, Tinta Limón, Editorial Municipal de Rosario, Astier Libros, Letra Sudaca...

martes, 5 de agosto de 2014

Pueblo Libre

Suponete que estás fuera del país y te roban la computadora y el pasaporte. Una computadora que vale una fortuna porque realmente vale un montón y también por todo lo que lleva adentro: cada vez más, tenemos la vida dentro de esos aparatos. Y sabés que ya fue, pero como te robaron el documento con el que pasaste la frontera tenés que hacer la denuncia. Tenés que ir a una comisaría, y sabés que una comisaría es lo mismo en cualquier lugar de América latina, y recordás que la última vez que entraste a una fue cuando detuvieron a un militante por ser morocho, joven y pobre. Y entrás nomás, en este lugar que se llama Pueblo Libre pero más bien quisiera ser un Pueblo Seguro, aunque para eso tenga que resignar su libertad.
Estás con tus amigos y toda la bronca que existe en el mundo ese día, porque cada minuto, como si tus pensamientos marcaran el tic tac del reloj, caés en la cuenta de un texto, una foto o una idea que no vas a recuperar. Y los canás están sentados, cinco juntos sin hacer nada, dándote tiempo de pensar. De pensar y reírte de los carteles que tienen colgados ahí mismo, que señalan que "tiempo que pasa, verdad que huye" y convocan a la Policía Nacional a trabajar con "probidad y eficiencia".
Y vos ya querés irte a la mierda, pasar la frontera con el DNI y después denunciar que perdiste el pasaporte frente a un burócrata igual pero que come facturas con dulce de leche: por lo menos te vas a sentir como en casa. Pero finalmente atienden. Hacen el teatro de salir en patrullero a reconocer el lugar y volver con el administrador del hostel, y atienden.
Vos volvés a contar el caso, a contarlo con toda su sencillez, porque al fin y al cabo lo único que querés es el papel que certifica que un burócrata tomó nota de que te robaron el pasaporte. Y aunque le explicás que las dos personas se habían registrado con nombres más falsos que un billete fotocopiado, te tenés que fumar que los busquen en sus registros y que la denuncia se haga contra ellos. Denunciantes: vos y tu amigo. Denunciados: Fulano y Mengano. El administrador del hostel: "participación a determinar". Ya que lo trajeron, lo ponen. De paso, seguí perdiendo tiempo. Jodete por boludo. Fijate qué parecidos son a los canas que conocés. Que te quede claro que la familia policial es latinoamericana, mundial, cósmica: en todos lados funciona con la misma lógica. Que te exaspere que el suboficial tipee lento, con dos dedos, hasta que tengas muchas ganas de correrlo de la silla y escribir vos. Pero no. Es su computadora. Te lo hace saber cuando sin querer minimiza la página y todos lo ven -vos, tus amigos, el hostelero y todos los canas-: la web porno que estaban viendo cuando te hacían esperar, una concha grande como una casa.
-Uy, se nos abrieron todas las páginas -dice uno y te jurás que nunca más en tu vida vas a perder los documentos.
Y estás ahí, ya estás ahí, y si te vas de ahí capaz que te arman una causa, así que la escena sigue. Enumerás los objetos perdidos. Le dictás el pasaporte y también la ID de tu Mac, aunque es una causa perdida. Querés que termine, imprima y salir a matar la bronca con cervezas.
Listo.
Suponete que llegás a pensar que la cosa terminó.
Pero no: no te la pueden imprimir. Tenés que volver mañana, después de pasar por el Banco de la Nación y garpar. La tasa policial: alguien tiene que pagarle la internet para que los canas se hagan la paja cuando no están patrullando las calles.
Pero no: el administrador del hostel se tiene que quedar un rato más, tienen que hablar con él. Y vos sabés: la recaudación no es sólo vía el Banco de la Nación.
Vos, volvé mañana.
Y mañana volvés con el tickecito, para dárselo al cana afectado a imprimir copias certificadas. Volvés mañana para que te digan que tampoco está listo: tiene que firmar el Comisario, volvé mañana, otra vez. Le rogás pero no, mañana.
Y volvés, porque necesitás un maldito registro que diga que tu pasaporte está en manos de otro. Volvés para ver cómo el mismo empleado en la misma silla frente a la misma computadora, le hace la firma al comisario delante tuyo. Volvés para que de una vez estos corruptos pajeros te den el papelito donde obviamente ya no figura el nombre del administrador del hostel, donde vos denunciás a dos personas que todos sabemos que no existen, aunque sólo querías registrar que ya no tenés tu pasaporte, ni tus apuntes de los últimos tiempos, y ya no sabés si reir o llorar y nomás optás por escribir.

sábado, 26 de julio de 2014

Bienvenida Caracola

Por estos días nació La Caracola, una editorial parida entre amigos, destinada a publicar libros libres.
“Nos define ante todo la creencia en la alquimia de las palabras como puentes en esa energía suya que nos acerca y encuentra para transformar y transformarnos. Abrazamos el trabajo colectivo y horizontal”.
La Caracola empezó con tres títulos:
Camino Raíz es un libro vivo, vivencial, que anda recorriendo Nuestramérica con sus tapas de cartón pintadas a mano por sus propios autores.
Norte Profundo es un hermoso testimonio en textos e imágenes de quince pueblos de Tucumán, Salta y Jujuy. Un libro-ronda, como lo define Raúl Zibechi en el prólogo, que recorre las condiciones laborales, tradiciones culturales y luchas del norte argentino.
Descolonizando la palabra presenta y analiza seis experiencias de construcción de medios de comunicación mapuche de este lado de la cordillera, en lo que hoy son las provincias argentinas de Río Negro, Chubut y Neuquén. Osvaldo Bayer lo define como un libro que piensa en el futuro.
Las tres primeras publicaciones trazan un camino: tienen un anclaje territorial, demuestran la enorme capacidad de escucha de sus autorxs y, sobre todo, expresan una voluntad de dejarse atravesar y transformar-se.
“Relatos y experiencias de nuestros pueblos, que tejen la historia, el presente y la potencia de lo que está por venir”
La Caracola es una celebración de la amistad y de la escritura militante. Por eso la bienvenida. Porque es un abrazo compañero para quienes entre la escritura y la vida no pueden optar: eligen ambas, viven la escritura y escriben la vida.

viernes, 25 de julio de 2014

Los incas, tan ajenos…

Caminamos por Qosqo/Cusco, vieja capital del imperio incaico, arrasada por la violencia de la conquista. Un símbolo del aplastamiento, similar al que vi unos años antes en México DF: sobre lo que fue la Casa del Sol de los Incas –uno de los testimonios de su enorme conocimiento y capacidad constructiva- los españoles edificaron el Convento de Santo Domingo. Allí, en una enorme sala dedicada a “El arte como medio de evangelización”, ocupa un lugar destacado la enorme pintura que ficciona el encuentro del conquistador Pizarro con Atawalpa. Nada dice del secuestro extorsivo y posterior magnicidio del líder inca, en 1533-34, que dio inició a la devastación del imperio que llegó a tener 9 millones de habitantes.
Apenas quedan restos del viejo templo incaico, convertidos en atractivo turístico. Son ruinas. Como las que vimos antes en Ollantaytambo. Ruinas. Como la inquietante ciudad de Macchu Pichu, “descubierta” por un norteamericano hace poco más de un siglo y convertida hoy en una suerte de Disneylandia de la cultura originaria: se ingresa con dólares y código de barras, se circula en un sentido único y cualquier transgresión a esa cinta de Moebius llama la atención de los guardianes del patrimonio.
El día que estuvimos allí escuché cuando un guía bajito, de tez morena, contaba que el quechua era su lengua nativa, la única que habló durante sus primeros seis años. Sin embargo, hablaba de “los incas” en tercera persona. Pues al parecer los incas son, para todos, el otro. El otro y el pasado. Los incas son esas ruinas y nada más que ruinas. Las placas, los folletos y los museos hablan de una cultura que pereció a fines del siglo XVI, tras el cruel asesinato del líder de Vilcabamba Túpac Amaru (1572).
Todos invitan a mirar a una cultura ajena, anclada en un tiempo lejano, que nada tiene que ver con nuestros días (y menos con nosotros, claro, pues los argentinos “bajamos de los barcos”).
Pero los enormes muros de piedra, los canales que todavía circulan el agua, las referencias sobre el quipu (acaso el único sistema de escritura que utilizaba los colores), no llenan de preguntas. ¿Tan rápido fue todo? ¿No había más incas al final del 1500?
La ficción se cae por su propio peso. Las rebeliones de los siglos que siguieron atestiguan que la historia es más compleja y que nosotros, argentinos que caminamos Macchulandia con extrañeza, no somos tan ajenos.

En el camino de ida y vuelta a la ciudad encontrada y saqueada por el yanqui Hiram Bingham leo los Suenhos tupamaros de Xuan Pablo González, buceador y narrador de relatos y cosmocimientos de los pueblos originarios, gran militante de las ferias del libro independiente (FLIAs) en Argentina. Los levantamientos brotan en las páginas del libro y ni siquiera terminan con la rebelión de Túpac Amaru II, ocurrida entre 1780 y 1782 en la zona de Cusco, donde escribo estas líneas. Nacido en 1738 como José Gabriel Condorkanki, reivindicó su descendencia del "último" inca y lideró la rebelión más grande de la historia colonial. La violencia con que lo despedazaron quiso señalar el final del Tawantinsuyu, que indudablemente seguía latiendo mucho después de la fecha señalada en las placas. Antes y después hubo decenas de estallidos en toda América protagonizadas por mayas, guaraníes, araucanos y mapuches, entre otros pueblos. Los pueblos sacudieron el continente durante todo el siglo XVIII.
En la historia que solemos estudiar está notoriamente silenciada la influencia que aquellas rebeliones, y en particular la tupamara, tuvieron sobre la independencia de nuestros países. Así, cuando sentimos a Cusco y las ruinas incas como algo ajeno, acaso traicionamos la propia historia de próceres como Moreno, Belgrano y Güemes.
Mariano Moreno, el gran intelectual de la revolución de Mayo, se había graduado en la Universidad de Chiquisaca con una tesis sobre la insurrección tupamara. Conoció las ideas del líder rebelde e intentó vincularlas con los planteos de Rousseau para construir un proyecto de independencia. Incluso su adversario, Cornelio Saavedra, reconocía a Tupac como un precursor de la emancipación americana.
En las pugnas por la independencia en nuestros pagos entre 1810 y 1816, tanto Belgrano como San Martín y Güemes fueron partidarios de restituir la autoridad incaica, con una suerte de monarquía constitucional sudamericana. Belgrano asumía que los incas habían sido “destronados con la más horrenda injusticia por los españoles”. Y no era un delirio solitario. La reivindicación de los pueblos originarios no estuvo nada ausente en esos años. Vale recordar la versión original del himno argentino, escrito por Vicente López y Planes y adoptado en 1813, que en una de sus partes decía:
“Se conmueven del Inca las tumbas
y en sus huesos revive el ardor
lo que ve renovando a sus hijos
de la Patria el antiguo esplendor”

Esta estrofa fue borrada cuando la canción patria se reformó en 1900 por un decreto del presidente Roca, que culminó el proyecto de la burguesía porteña que había resistido las ideas de aquellos próceres del ´10.
Un siglo antes de Roca, el Tahuantinsuyu no nos era ajeno. Tras la revolución de mayo, Castelli y Monteagudo se lanzaron a recorrer el noroeste (el Kollasuyu) para propagar la rebelión entre quechuas y aymaras. Uno de los pocos cañones de su Ejército llevaba el nombre de Túpac Amaru. “Ahora somos todos iguales”, repetía Castelli y hablaba de la justa distribución de tierras y la abolición de tributos que los españoles habían impuesto a los indios. También promovía la creación de escuelas bilingües: quechua-español, aymara-español. Una propuesta similar sostuvo en el Congreso un diputado por Santiago del Estero, partidario de Belgrano: que en todas las provincias se establecieran escuelas de quechua, para que progresivamente éste se convierta en el idioma nacional.
El escudo argentino, contemporáneo al himno, fue diseñado por un descendiente de incas que antes había luchado en la rebelión tupamara de 1780. Tras la derrota se exilió en Potosí, luego en Córdoba y finalmente en Buenos Aires, donde se vinculó a los revolucionarios criollos. La Asamblea de 1813 que aprobó el escudo y el himno, afirmó además que los indios, “nuestros hermanos”, eran “hombres perfectamente libres”. La declaración no se tradujo al inglés o al francés, sino a tres idiomas de acá: guaraní, aymara y quechua.
Ese mismo año se instaló en Buenos Aires Juan Bautista Túpac Amaru, hermano menor del líder revolucionario. Con 73 años y luego de sufrir la prisión en África, era el candidato de Belgrano a ocupar el trono de las “Provincias Unidas Sudamericanas”. Juan Bautista murió en la capital argentina y fue enterrado sin tumba ni lápida. Aquí en Cusco, esta ciudad que nos parecía tan lejana, nos topamos con un sitio donde resguardan tierra recogida en el cementerio de la Recoleta, como forma de recordar al descendiente inca.
Y seguimos caminando por esta ciudad, una de las capitales de Nuestraamérica, buscándonos, encontrándonos, sorprendiéndonos.


jueves, 24 de julio de 2014

Amar fuera de tiempo

Aprendizajes:
Mil preguntas pueden estar escondidas en una piedra
Mil transformaciones pueden nacer en una noche
   en una esquina
   en un abrazo

Dicen los mayas, al norte del norte,
    -al norte de nuestros nortes actuales-
que el 25 de julio es el día fuera del tiempo

Lo sé hace tres julios:
que no vale el tiempo
Uno, dos, tres
no importa el tiempo
Vale por
    juntos
    y en movimiento

Desde tres julios
conjugando verbos...

amar
   las palabras
   las imágenes
   los sentimientos
   las in-quietudes
   las reinvenciones

aprender
   a volar
   encontrarse
   despojarse
   compartir-se

amicharse:
ser compañeros
   sin mapas ni relojes

Porque no hay distancia
    Hay un cuaderno cocido con esas manos
    un sueño recordado al despertar
    un clavel del aire en la ventana de una habitación

Porque no hay tiempo
   en este vuelo
   El tiempo está fuera
   Y vos y yo, dentro nuestro

Ollantaytambo, julio de 2014

viernes, 13 de junio de 2014

El relevo

"...En estos 20 años ha habido un relevo múltiple y complejo en el EZLN.
Algunos han advertido sólo el evidente: el generacional. 
Ahora están haciendo la lucha y dirigiendo la resistencia quienes eran pequeños o no habían nacido al inicio del alzamiento. 
Pero algunos estudiosos no se han percatado de otros relevos:
El de clase: del origen clase mediero ilustrado, al indígena campesino.
El de raza: de la dirección mestiza a la dirección netamente indígena.
Y el más importante: el relevo de pensamiento: del vanguardismo revolucionario al mandar obedeciendo; de la toma del Poder de Arriba a la creación del poder de abajo; de la política profesional a la política cotidiana; de los líderes, a los pueblos; de la marginación de género, a la participación directa de las mujeres; de la burla a lo otro, a la celebración de la diferencia.
No me extenderé más sobre esto, porque ha sido precisamente el curso “La Libertad según l@s zapatistas” la oportunidad de constatar si en territorio organizado vale más el personaje que la comunidad.
En lo personal no entiendo por qué gente pensante que afirma que la historia la hacen los pueblos, se espante tanto ante la existencia de un gobierno del pueblo donde no aparecen los “especialistas” en ser gobierno. 
¿Por qué les da terror el que sean los pueblos los que manden, los que dirijan sus pasos propios?
¿Por qué mueven la cabeza con desaprobación frente al mandar obedeciendo?
El culto al individualismo encuentra en el culto al vanguardismo su extremo más fanático. 
Y ha sido eso precisamente, el que los indígenas manden y que ahora un indígena sea el vocero y jefe, lo que los aterra, los aleja, y finalmente se van para seguir buscando alguien que precise de vanguardias, caudillos y líderes. Porque también hay racismo en la izquierda, sobre todo en la que se pretende revolucionaria. 
El ezetaelene no es de ésos. Por eso no cualquiera puede ser zapatista".

Eso: no quería dejar de decir que me parece emocionante y que acaso sea uno de los hechos políticos más importantes de nuestra época, de esos que muchas veces se reconocen mucho tiempo después.

sábado, 24 de mayo de 2014

El espectáculo de la decadencia editorial/municipal

La Feria del Libro Ciudad de La Plata 2014 es la segunda edición de una burla oficial al mundo editorial. Ubicada en el casco central del Pasaje Dardo Rocha, la Feria tiene unos cincuenta stands (aunque la secretaría de Cultura sostiene que son más de 100) en los que se pueden conseguir:
- Chocolates
- Filtros para el agua
- Ositos de peluche
- Muñequitos de fútbol
- La revista Violetta.
Sólo faltan un par de cosas… como las editoriales y las revistas de la ciudad.
La editorial/librería De la Campana es una ausente de la Feria del Libro. Tampoco están los libros de La Talita Dorada. Tampoco Pixel, ni Club Hem, ni Malisia. Tampoco está Al Margen, ni La Grieta. O las distintas revistas que se editan en la ciudad, como La Pulseada, Otro Viento, Mascaró, Estructura Mental a las Estrellas, Renacer, Las patas en la fuente, Atrapamuros y otras. Ninguna está presente en esta Feria de pacotilla, donde tampoco son demasiadas las editoriales convocadas: más bien se trata de librerías (que no son de La Plata, claro) y algunos stands formados con lo que sobró del tradicional shopping del libro que se realiza en La Rural.
El único sello platense es JB: un negocio atendido por su propio dueño, Javier Bibiloni, que se ofrece como “un descanso de los escritores”. Escritores que pagan por ser editados. -Pida su presupuesto aquí.
JB es uno de los pocos platenses en la Feria: los otros son el programa radial “Cuentos en el aire” y la Academia Filosófica de La Plata, esa que en su local de calle 6 exhibe, junto a su constancia de inscripción a AFIP, un enorme cartel que anuncia: “Aquí se aprende a vivir”.
¡Ah! A la entrada de la feria, en un rinconcito junto a la Revista 2016la editorial municipal La Comuna ocupa un escritorio con ejemplares de seis ediciones buscadas en el depósito.
Venida a menos, La Comuna pasó más de cuatro años sin director, desde que Gabriel Báñez se quitó la vida en julio de 2009. Recién ahora tiene uno designado, que en estos días cumple tareas atendiendo el stand en la Feria: es Alejandro Soto, hasta ahora coordinador del festival municipal Arte Joven, sin experiencia conocida en el campo de la escritura y la edición de libros. La única edición reciente que La Comuna exhibe en su stand es Narrativa VI: data de 2013, aunque ese dato no figura en ninguna parte del libro, que tampoco tiene los datos de catalogación básicos (ISBN), un estándar muy sencillo que se respeta mundialmente y en Argentina es obligatorio hace nada más que 44 años.
Hasta el año pasado, Bañez seguía figurando como director de la editorial en webs oficiales. Ahora La Comuna tiene un responsable, pero sigue sin tener presupuesto propio y ocupando un lugar marginal en la web de la Secretaría de Cultura, donde su link lleva a un blog que ya no existe.
Bienvenidos a La Plata, la ciudad del libro ninguneado. Compartí!

viernes, 2 de mayo de 2014

Seguimos en la calle...

...y con la ternura de Kevin y Jose, sacamos una de las tapas más hermosas que recuerde en la historia de La Pulseada.


jueves, 24 de abril de 2014

Libros

Estoy impresionado -y harto de imprentas-: en menos de dos meses salieron nueve libros en los que participé de alguna manera, sea escribiendo, editando, corrigiendo o gestionando; y hay algunos más en camino.
De ellos, ninguno me pone tan feliz como éste, que expresa la vigencia de un proyecto de comunicación popular que cumple 12 años y enseñó a muchos, entre quienes me incluyo, qué es hacer periodismo.
Los esperamos el sábado.


domingo, 20 de abril de 2014

VI Jornadas de Historia, Memoria y Comunicación

Son dentro de menos de un mes. Este año están orientadas a un tema que me convoca especialmente, la historia de los medios. Recibimos trabajos locales y también de Uruguay, Chile, España y México.
Además, será la oportunidad de un Primer Encuentro de cátedras y docentes que trabajamos el tema: ya está confirmada la participación de nueve universidades. 
Acá, el programa.

miércoles, 2 de abril de 2014

Dar testimonio

Relato escrito para el libro  
Agua en la cabeza
Club Hem/Pixel, abril de 2014 .

Nunca me gustó mucho mi barrio, y eso que es el barrio que elegí, cuando era pibe, y mal que mal sigo acá hace quince años.
Es oscuro, hostil, abrumador. Jamás hay silencio ni tranquilidad. Dicen que si los hubiera, el barrio desaparecería. Así nomás. Se habla mucho, todo el tiempo, aunque se dice poco. Y la sinceridad escasea. Pocos dicen por qué dicen lo que dicen.

En mi barrio hay muchas fachadas, muy lindas, pero ningún lugar es sólido. Casi todo está en alquiler. Hay mucha mudanza; la gente que está acá mañana se va a vivir enfrente, a la vuelta, a la otra calle. Y hay una gran desconfianza, también. Las palabras se usan a medias. Los ojos están cansados de sospechar. En la calle todos te saludan, pero nadie te avisa cuando pasa algo importante. El que avisa no traiciona, dice el dicho. Acá todos traicionan.

Suena fatal pero es así. Quiero decir: odio a mis vecinos. A la mayoría.
O quizás no. Quizás no los desprecio sino que me dan lástima. Muchas veces no tienen la culpa. Un poco sí, pero también es cierto que el clima tira. Se criaron acá y entonces... en fin. Son competitivos, individualistas, dan la vida porque las cosas lleven su nombre. Acá la fama es la perdición. La gente se vuelve jactanciosa, se olvida de dónde vino. Y eso que nadie nació acá: todos se creen fundadores, refundadores, hombres y mujeres de una gloria indiscutible.

Y como en todas partes, hay excepciones. Refugios. Lugares que sentimos que son todo, aunque uno sabe que son una islita. Uno quisiera que fueran el mundo, y a veces hasta lo cree, hasta que sale a la calle y se encuentra con los personajes de siempre: la vieja autoritaria, el gordo hipócrita, el pendejo creído. Más digo: creo que nunca me fui de acá porque están esas excepciones que son esperanzas. Porque siento que poquito a poco, cada vez somos más. Que un día, ojalá, estos pagos se llenarán de gente sincera, frontal, talentosa pero humilde, capaz de hacer cosas por el otro.

Hay personas que son así. Son compañeros. Yo por suerte los conocí de chico, y me amparé en ellos. Son como una comunidad adentro de otra. Por eso no me doy mucho con los otros vecinos, ni ando vendiendo el alma de casa en casa. Más de una vez me dije: si algún día me obligaran a frecuentarlos, a hacer las cosas que ellos hacen, me mudaría a cualquier otro lado. Y al final me quedé acá. Uno siempre cree que las cosas pueden cambiar.

Enfrente, en ese predio enorme, vive un viejo conservador. Con mucha guita, negocios por varios lados, y un prestigio ganado quién sabe cómo. Para mí es insoportable. Si por él fuera, encerraría a todos los pibitos pobres que le pasan por delante pidiendo una moneda. Viejo choto, de esos que te hablan del orden y la moral y por lo bajo piensan lo bien que vivían en la dictadura. Pero mucha gente lo quiere, o dice que lo quiere, y le presta mucha atención. Y uno piensa: algún día se van a ir todos estos y la cosa va a ser distinta. El viejo tiene más de cien años, un día se tiene que morir. Quién dice, de repente las cosas cambian.

En abril, sí. En abril tuve esa sensación de que algunas cosas cambiaban. Que estaba bueno seguir acá, en el barrio, con estos compañeros, viviéndolo de otro modo. Fue triste y alegre a la vez. Los días se hicieron largos, difíciles, furiosos. Dicen que cuando el agua sube, lo primero que sale a flote es la mierda. Pero acá la mierda es la vida cotidiana, entonces lo que salió a flote fue otra cosa. Fue como una señal, de esas que tienen un antes y un después, que dejan una marca. Una escena increíble: los de enfrente estaban inmutables, incapaces de reaccionar. Se quedaron sin palabras mientras nuestras casas se llenaban de vida. Acá, en esta porción del barrio, nos convertimos en brújula para quienes buscaban respuestas en una ciudad desvencijada y extraña. Aparecieron caras desconocidas, inesperadas, que buscaron amparo entre nosotros. Que le dieron valor a nuestras palabras. Que le dieron sentido al dar testimonio. Y en la emergencia, conocimos otros vecinos que son compañeros. Con ellos recordamos, como en otros tiempos difíciles, por qué habíamos elegido estar acá, en este barrio de palabras, en este oficio mágico y maldito.

domingo, 30 de marzo de 2014

Malabaristas

Cuando nació La Pulseada, en 2002, decían que estábamos locos. Con el tiempo demostramos que no era así —o que se trataba de una sana locura— y supimos que no estábamos solos: hay centenares de publicaciones autogestionadas que garantizan la pluralidad de voces y perspectivas en distintas comunidades del país. Hace cuatro años nos asociamos para trabajar juntas y nos descubrimos como un actor vital del derecho a la comunicación. Hoy la tenemos difícil en lo económico y estamos resistiendo embates de las corporaciones. Quiénes somos, qué problemas enfrentamos, qué proponemos y qué reclamamos las integrantes de AReCIA.

Publicado en La Pulseada Nº 117, marzo de 2014 

“Una revista independiente es una revista que no tiene otros dueños que los que la hacen y que no tiene negocios paralelos más que el periodismo —dice Ingrid Beck, directora de Barcelona—. Se mueve ideológicamente según sus convicciones, no según criterios económicos”.
Convicción. Vocación. Pasión. Es eso lo que reúne a las más de 300 publicaciones que integran la Asociación de Revistas Culturales Independientes de la Argentina (AReCIA). Lo que hacen no es una mercancía. Diversas en sus contenidos y estéticas, todas implican otra forma de producir, que no busca multiplicar el lucro para considerar sostenible a un medio sino obtener una justa remuneración del trabajo realizado en forma autogestionaria. Muchas veces no lo logran, pero siguen adelante: “Sabemos que cada uno daría la vida por lo que hace. Somos acción, intransigencia y rebeldía —define Claudia Acuña, referente del colectivo Lavaca, que edita Mu—: Por todo lo que mueren los demás, que es el prestigio, a nosotros no nos mueve un pelo. Sí nos mueve, y nos podemos llegar a matar, si alguien se mete con nuestro producto, porque es nuestra vida. Entre revista y vida no hay diferencia”.
Lavaca nació al calor de las protestas del 19 y 20 de diciembre de 2001, con crónicas que circularon por internet. Eran periodistas experimentados cansados de la lógica de los medios comerciales. Organizados en una cooperativa, desde 2006 editan el periódico Mu. Además hacen radio, enseñan, editan libros y sostienen un espacio cultural.
La idea original de Barcelona también data de 2001, aunque recién salió a la calle en septiembre de 2003, criticando a través de la parodia al periodismo de la época.
Ambos medios fueron los fundadores de la Asociación de Revistas Culturales Independientes (AReCIA), que hoy reúne a centenares de revistas de distintos lugares y tiempos.
“Las revistas culturales nos hemos constituido como un espacio de legitimación de la palabra, de la investigación, del debate, en donde la ética periodística sigue teniendo valor y la calidad de los productos realizados no tiene nada que envidiarles a los medios hegemónicos”, escribe desde Rafaela, provincia de Santa Fe, el grupo de jóvenes que edita la revista Mural. Son seis. Estudian en la universidad -privada: la única a la que tienen acceso en su ciudad- pero se conocieron en la militancia social y política. “Decidimos hacer Mural porque creemos que en nuestra ciudad, al igual que en todo el mundo, se difunde sólo una mirada de la realidad, la de los dueños de todo, una mirada que invisibiliza muchas otras formas de decir, hacer y pensar”. En Rafaela, ese medio es la tribuna de los que quieren otro mundo: “Buscamos denunciar lo injusto, lo que genera desigualdad, y también queremos mostrar los procesos organizativos desde abajo”. ¿Quién los banca? Ellos. “No hay patrón, no hay editores que dicen qué sale o no dependiendo de los intereses económicos de un grupo empresarial. Las decisiones se toman de manera colectiva y democrática. Con la revista apostamos a otra forma de construir y trabajar en un medio”, resumen. Cada número de Mural tiene el rostro de Silvia Suppo, una sobreviviente de la dictadura asesinada a puñaladas en marzo de 2009. Un supuesto robo. En el pueblo, todos saben otra cosa. Pero nadie dice.
La imagen de Suppo en la contratapa de la revista no es una buena estrategia para salir a vender publicidad. Sí para mostrar que otra comunicación es posible.
En Rafaela hay reglas implícitas para hacer un periodismo “rentable”:
No cuestionar la soja.
No mencionar los agrotóxicos.
No hablar de negocios inmobiliarios.
No discutir la historia oficial.
No investigar al transporte.
Es decir: no hacer periodismo.
La historia se repite pueblo a pueblo. Las publicaciones independientes libran batallas cotidianas contra la monopolización de las voces, los contenidos y las estéticas. Y lo más importante: hablan sin restricciones de política, género, música, filosofía, artes visuales y prácticas corporales, entre otros temas. Viven de lo que dicen y no de lo que callan, como hacen los grandes medios comerciales.

Independientes, no neutrales

En Bariloche, los que dicen se llaman Al Margen y llevan diez años dando batalla. Es una revista hermana de La Pulseada: creció junto a un intenso trabajo social con niños y adolescentes en situación de vulnerabilidad. “Al Margen es una organización social que, entre otras actividades, edita una revista de la calle —define Sebastián Carapezza, el coordinador editorial—: La revista es quizás la parte más visible, pero entre los compañeros se han ido desarrollando otros brazos”. Tienen una cooperativa de construcción donde trabaja una decena de jóvenes; el espacio “El semillero”, donde brindan talleres artísticos y de oficios; y además hacen actividades culturales en barrios. Participan de mesas y redes por la niñez y adolescencia, y siempre buscan articular con otros medios de comunicación populares. “Todo eso es Al Margen —resume Carapezza—. En nuestro caso el proceso se dio a la inversa de lo que marca cierta lógica de las organizaciones. Primero nació la revista y después creció la organización social, la dimensión política. Hoy lo que hace interesante al proyecto es la variedad de actividades que desarrollamos en diferentes planos”.
Los editores lo saben bien: la comunicación es política y todos los medios tienen intereses. La pregunta es cuáles.
Detrás de quienes concentran el panorama mediático hay soja, petróleo, timba financiera, concesiones de aeropuertos y autopistas y mucho más.
Detrás de las revistas independientes hay organizaciones sociales, centros culturales, grupos de jóvenes, cooperativas de trabajo, editores con vocación por lo que hacen.
No son “grandes” y “chicos”. Los revistas autogestivas –independientes del poder económico y del poder político- estamos lejos de ser marginales: se calcula que el sector de las revistas independientes del poder económico y del poder político aglutina un promedio de dos millones de lectores mensuales y realiza un aporte significativo a la industria gráfica, que el año pasado ascendía a los $3,5 millones por mes destinados a pymes de todo el país. 

En la cuerda floja

Cada año, los censos de AReCIA traen una buena noticia: somos más. El nacimiento de nuevas revistas —pese a que el precio del papel y otras adversidades nos obligan a hacer malabares para subsistir— revela la vigencia de los medios impresos para expresar la diversidad cultural de las comunidades. En la asociación, las publicaciones recién nacidas se encuentran con otras, “hijas del 2001” como La Pulseada o Mu, e incluso más experimentadas. “Hay revistas que tienen 20 años: vos imaginate que sobrevivieron a corralitos… Cuando vos te sentás con una persona como Julia, que algunos la miran como si no supiera hacer nada, y sabe hacer cosas que Fontevecchia todavía no aprendió…”, sentencia Acuña.
Julia es Julia Pomiés, de Kiné, una revista dedicada a cuestiones corporales que desde 1992 persiste, por la fidelidad de sus lectores: docentes, agentes de salud, estudiantes y especialistas en distintas disciplinas vinculadas al cuerpo. “Arrancamos en una crisis”, dice Pomiés, que ya no le teme a ninguna tormenta. El capital inicial surgió de la indemnización que ella y Carlos Alberto Matos, los impulsores del proyecto, cobraron tras ser despedidos de la Editorial García Ferré, en los primeros años del menemismo.
La conversación con La Pulseada se da en los primeros días de 2014, cuando los editores comenzábamos a enterarnos de aumentos de costos que oscilaban entre el 30 y el 70%. “La amenaza de la inflación es grave porque es un negocio donde la plata se recupera 75 días después de haberla puesto —explica Julia, y tiene confianza—: Hay que tener mucho cuidado, pero ya pasamos otras crisis; suponemos que ésta no va a ser la peor”.
“Los principales problemas actuales son los costos industriales, que son altísimos, la falta de pauta publicitaria y el ahogamiento que nos produce el sistema de distribución. O sea: todo”, resume Beck (ver subnotas). Acuña define el momento actual en dos palabras: “Estamos sobreviviendo”. Y aclara que en Argentina, con la experiencia de la dictadura a cuestas, “hay que tenerle mucho respeto a la palabra sobreviviente”.
—Estamos sobreviviendo quiere decir estamos peleando. Y si tenemos claro el principio por el cual peleamos, yo creo que es una cuestión de tiempo, pero es un hecho: el futuro es nuestro. Lo que me parece interesante de la supervivencia es ponerse de pie. Ningún sobreviviente está de rodillas: está de pie acusando y da testimonio.
¿De qué damos testimonio?
—De lo que significa la concentración. Y de por qué el lector es el perjudicado, no sólo nosotros. Estamos dando testimonio de lo que significa una corporación que es monopólica en el papel y nadie la tocó. Papel que además está manchado de sangre y de mierda. Cosa que nadie cuestiona ni se ha logrado mover en todos estos años. ¿Cómo va a haber democracia informativa si hay sólo tres diarios que tienen el monopolio del papel? Es incompatible. Y nadie se escandaliza por eso.  Cada tanto aparece en la agenda, aparece como si fuera el caso Graiver: ¡no! ¡Es el caso Argentina! Tres diarios fijan el precio del papel: ése es el mayor agravio a la libertad de expresión. Eso es dictadura. Eso es Videla. No es metafórico. El modelo corporativo tiene la simplicidad de lo brutal. Su negocio es controlar o destruir. Por eso somos enemigos naturales de Clarín. No es personal: es ideológico.

La nueva batalla

Ocho años atrás, Clarín y La Nación —los diarios que, asociados con la dictadura, se quedaron con la producción de Papel Prensa— sólo dominaban el mercado de diarios. De un tiempo a esta parte, amenazados por la caída de sus ventas, irrumpieron también en el mercado de revistas. Hoy editan más de 30 títulos cada uno, según informó la Sociedad de Distribuidores en el Foro Social de Revistas Culturales realizado en octubre de 2013. Ninguno de sus productos llega a kioscos desde el Centro de Distribución, requisito obligatorio según las regulaciones vigentes: en cambio, las empresas hacen que los camiones deban retirarlos directamente en imprenta, evitando pagar el porcentaje que sostiene el sistema al que sí deben recurrir los más chicos.
“Su estrategia es comerse al resto. No hago un juicio de valor sobre esto, simplemente describo la dinámica actual que todos los que estamos sentados acá conocemos”, definió Fernando Ausas, titular de la Dirección de Regulación del Sistema Nacional Integrado de Venta y Distribución de diarios, revistas y afines, que depende del Ministerio de Trabajo, en una de las reuniones que se realizaron el mes pasado con representantes de AReCIA, el gremio de canillitas, la Sociedad de Distribuidores de Diarios y Revistas de la Capital, la Asociación Argentina de Editores y otros 40 referentes del sistema que hoy está en completamente en crisis (ver “La distribución”).
En el circuito porteño ya cerraron 1.000 kioscos y otros tantos están endeudados con Clarín, que hoy hace con puntos de venta y distribuidores lo que en los ‘90 hizo con los operadores de cable del interior: fundirlos para quedarse con todo. “Hoy está dominando la mitad de los recorridos de Capital, con compras que son fraudulentas y se están investigando”, denuncia Acuña.
Clarín y La Nación, los grandes ausentes en aquella reunión, están pagando a los canillitas un porcentaje menor al 33% del precio de tapa que establecen las reglas vigentes. En otras palabras: las revistas independientes que van a kioscos pagan costos más altos que los grandes medios.
“Yo no espero nada de la corporación, más que se muera. Y yo estoy totalmente convencida de que Clarín se está muriendo, como se murió La Prensa y era una híper empresa... —dice Acuña—: El tema es si en esa muerte no nos arrastra a nosotros. Yo creo que en eso está teniendo éxito: porque todavía manda como modelo. Algunos todavía creen que el periodismo es eso. Lo ves en Tiempo Argentino, que lo imita en todo y quiere ser el Clarín bueno. Estamos obligados a crear. Eso es matar a Clarín. Cada vez que se produce una novedad en el periodismo Clarín muere un poco más. Para mí este momento es una fiesta: antes, hacer periodismo era repetir una fórmula; ahora, hacer periodismo es crear algo nuevo”.

Notas relacionadas

sábado, 29 de marzo de 2014

2-A: Desbordes

Varios (cada vez más) colectivos de la ciudad de La Plata estamos impulsando juntos este punto de encuentro de acciones culturales, a un año del 2-A que marcó un antes y un después en la ciudad.


Hace un año, la inundación sacó a flote lo peor y lo mejor de la ciudad. Nos encontramos con una ciudad ajena, fragmentadxs, incomunicadxs. Pero también capaces de organizarnos para articular la solidaridad, reclamar justicia y proponer nuestras propias imágenes y relatos. Distintos colectivos impulsamos acciones artísticas y comunicacionales para superar el naufragio. Este 2 de abril proponemos reunirnos todos juntos, en la plaza, bajo el techo de una carpa y el abrazo del reclamo compartido.
Un punto de encuentro para las acciones desde el arte, la comunicación y la cultura.


Convocan: ARECIA La Plata y MediosPopularesLP (La Pulseada, Otro Viento, Estructura Mental a las Estrellas, Mascaró, De Garage, Anred, Radionauta, Radio Estación Sur, Radio Futura, La charlatana, Tinta Verde, Letercermonde, Marcha), Lectores Salvajes, Malisia,
Pixel Editora, Club Hem Editorxs, Síntoma Curadores, Colectivo Libélula, Volver a habitar, La grieta, Laboratorio de ideas, La marca del agua, Prohibido olvidar, Colectivo Mostro, La Talita dorada, Detectives Salvajes.

El telégrafo, Sarmiento y la Sociedad Rural

Quienes hacemos trabajo editorial lo sabemos: los cierres siempre son injustos. Uno nunca llega con todo lo que quiere escribir. En Historia de los medios de comunicación, donde queda claro que el telégrafo fue una tecnología bélica y al servicio del capitalismo moderno, me quedé con ganas de escribir con más detalle una bajada local sobre el tema.
En su variante eléctrica, el telégrafo llega a la Argentina en la segunda mitad del siglo XIX, cuando el país estaba atravesando profundas transformaciones. Se perfilaba un Estado moderno con un rol asignado en el mercado mundial: la producción agropecuaria. No es casual que la trayectoria del telégrafo se mezcle, por ejemplo, con la de la Sociedad Rural.

Esta historia tiene algunos nombres propios que son significativos. Aunque la idea no es quedarse con los nombres, sino con las posiciones sociales, las ideologías, los discursos y las acciones.
El primero es Richard Black Newton (1801-1868), un inglés reconocido como “el introductor del alambrado” en Argentina, algo que algunos piensan –ideología mediante- como un gran mérito.  Y adivinen qué: fue, además, uno de los fundadores de la Sociedad Rural Argentina.

¿Cuándo se instaló ese primer alambrado? En 1845. El país estaba perfilándose como Estado moderno liberal, inserto en el mercado mundial con un rol dependiente, basado en la exportación de materias primas. Un país proyectado con desigualdades internas: los que tienen y los que no tienen. Los que están de un lado y del otro del cerco.
Así es que en 1845, Black Newton compró 100 atados de 150 yardas cada uno, y cercó la quinta, el parque y el monte de su estancia en el partido de Chascomús, a orillas del río Samborombón. Era un alambre bastante básico. Tres décadas más tarde, en Estados Unidos se inventó el alambre de púa, un hito en el cercamiento de campos, que en Argentina comenzó a utilizarse hacia fines de la década de 1880. En su Instrucción del estanciero (1882) José Hernández, el autor del Martín Fierro, afirmaba que “la modificación de mayor consecuencia introducida en la industria rural ha sido la de los alambrados”.  Y en esa misma época, Sarmiento se quejaba de los agricultores pampeanos que no cercaban sus terrenos. Asociaba el alambrado a la civilización. Lo contrario: el vagabundeo, el robo de ganado, la barbarie. “Enriquézcanse, no sean zonzos. Cerquen, no sean bárbaros!”, instaba el propio Sarmiento a los estancieros, según consta en las notas biográficas de su nieto, Augusto Belin Sarmiento.

Insisto en esto: estamos hablando de mediados del siglo XIX, hace poco más de 150 años. Si el hombre que es considerado el introductor del alambrado, alambró en 1845, quiere decir que antes de 1845 no había alambres demarcando la propiedad privada. Dos décadas después, en 1866, se fundó la Sociedad Rural Argentina. Tenía trece fundadores. Uno era Richard Newton, que ejerció la vicepresidencia.

En un libro titulado Sarmiento y las telecomunicaciones. La obsesión del hilo, en el que Horacio Reggini ensalza la figura de Sarmiento y otros de su generación, adhiriendo a su matriz ideológica del “progreso”, sostiene que la “obsesión por hilo” tenía dos facetas: el hilo de los alambrados y el hilo del telégrafo.  “Ambos poseen connotaciones similares: contribuyeron decisivamente a transformar el ambiente anterior, creando uno nuevo de cualidades muy distintas”, escribe Reggini (y dice más: según él, “los hilos del alambrado fueron en cierta forma equivalentes a los hilos del telégrafo”, porque “establecieron una diferencia insalvable entre ´los que están fuera´ y ´los que están dentro´”. La brecha era legal, cultural y tecnológica. Era la propiedad y era la comunicación. “Ambos alambres dejaron afuera a la ´barbarie´ y dieron paso a la ´civilización´”, dice Reggini, bien sarmientino).

Sarmiento –durante su presidencia, que fue de octubre de 1868 a octubre de 1874- fue el gran impulsor del telégrafo. Lo promocionaba hacía tiempo, incluso en momentos en que el Estado nacional todavía era reacio a su implementación en el país.
En 1857, cuando Sarmiento ya se desempeñaba como redactor en jefe, el diario El Nacional publicó una nota que destacaba el “nuevo sistema que puede ser de grande utilidad para los ejércitos y para las exploraciones científicas”, que ya extendía en el mundo central. Al año siguiente, de hecho, se hizo el primer gran intento de conexión internacional (entre Irlanda y Terranova), que dejó de funcionar a los 15 días de su colocación. El enlace transatlántica exitoso se lograría en 1866, conectando desde entonces las bolsas de Nueva York, Londres, Paris, Bruselas; agilizando el comercio internacional de un modo antes impensado. Fue precisamente la época en que Sarmiento residía en Estados Unidos, enviado como Ministro Plenipotenciario.

No es casual que el gran impulso para la instalación extendida del telégrafo en Argentina haya ocurrido durante su presidencia, a partir de 1868. Una década antes, Mitre había rechazado un pedido para atravesar el territorio del Estado con una línea telegráfica.
Pedidos relacionados a la instalación del telégrafo hubo desde principios de la década de 1850. Sin embargo, fue recién en mayo de 1860, con la inauguración del trayecto Merlo-Moreno del ferrocarril del Oeste, cuando comenzó a funcionar la primera línea telegráfica pública: 21 kilómetros de hilos, que acompañaban a los rieles.
Luego, igual que había sucedido en Europa, la guerra fue un impulso para el telégrafo. Es decir, el telégrafo funcionó también aquí como tecnología bélica, en las dos intervenciones genocidas que protagonizó el Estado argentino.
La primera: la guerra de la infame Triple alianza que Argentina, Brasil y Uruguay, al servicio del imperialismo británco, llegaron a cabo para aplastar a Paraguay (1864-1870). Para mantener una comunicación permanente en el frente de batalla, se empleó un “tren telegráfico” que acompañaba el desplazamiento de las tropas.
Unos años más tarde, la guerra contra los pueblos originarios –en la eufemísticamente llamada “Campaña del Desierto”- motorizaría la ampliación de las conexiones hacia el sur del país. El avance de las líneas telegráficas era el avance de las tropas.
En el sudoeste de la Provincia de Buenos Aires, en el partido de Villarino, hay una localidad llamada Mayor Buratovich. Quizás alguno la conozca. Esa localidad toma el nombre de un militar, que llegó a Buenos Aires en 1869, ingresó al Ejército en 1875 y participó de la campaña de Roca como ingeniero y como soldado. Lo apodaban “el Gringo de los postes”. Estuvo encargado de dirigir el tendido de las primeras líneas de telégrafos de las tropas que llegaban a Carhué, uno de los últimos bastiones de la resistencia mapuche. En abril de 1880, bajo las órdenes del coronel Villegas, trabajó en la construcción de la línea telegráfica de Bahía Blanca a Patagones, y luego hacia Choele-Choel, a Neuquén, por la margen izquierdo del Río Negro. El telégrafo llegó a Río Negro en 1881.
Y acá también hay que hablar de la Sociedad Rural. No olvidemos que las leyes posteriores a la autodenominada Conquista del Desierto enajenaron unas 34 millones de hectáreas. Sólo 24 personas obtuvieron parcelas que oscilaron entre las 200 y las 650 mil hectáreas. En ese reparto intervenía el lobby de la SRA..

Volvamos a Sarmiento. Cuando este dirigente político –que la historia oficial nos ha estampado como “el padre de la escuela”- asumió la presidencia había dos líneas telegráficas en funcionamiento: la que acompañaba al Camino de Hierro del Oeste –el ferrocarril que unía Buenos Aires y Moreno- y el cable submarino hacia Montevideo. Dos años después, ya funcionaban 836 millas telegráficas y había otras 1000 en vías de construcción.
Sarmiento identificada varios “medios de acción que aceleran el movimiento de los pueblos”: el telégrafo, el ferrocarril, el correo, la moneda decimal, el alumbrado de gas, los molinos y las prensas mecánicas.
Ese 1873, en su mensaje anual al congreso, Sarmiento dijo: “El telégrafo es una forma de correspondencia epistolar cuya transmisión es función nacional. Casi todas las potencias continentales de Europa hicieron del telégrafo un ramo de la administración pública…”. Ese año se anunció que ya había construidas 4000 millas. La expansión telegráfica en esos años fue una vorágine. De hecho, su ministro y hombre de confianza Dalmacio Vélez Sarsfield fue increpado por la oposición por haber utilizado partidas reservadas para la construcción de puentes y caminos. Fue en esa ocasión que Vélez dijo ante los legisladores una frase emblemática: “los telégrafos también son caminos; son los caminos de la palabra”.
Sarmiento coronó el final de su gestión con la puesta en marcha de la “conexión de Argentina con el mundo”. Fue el 5 de agosto de 1874, anunciado con toda pompa –ese día fue declarado feriado- y con un signo político claro. Ese día, tras la inauguración, Sarmiento saludó por vía telegráfica: a la Reina Victoria, al Papa Pío IX, al monarca lusitano, al emperador alemán Guillermo I, al presidente de Francia, al rey de Italia, al presidente de España, al presidente de la República Oriental y al presidente de los Estados Unidos. El jefe de Estado norteamericano le escribió: “al terminar mi gobierno dejo mi país en contacto con todas las naciones. La República Argentina está desde hoy a las puertas de los Estados Unidos”.

Como se sabe, en todo el mundo el impulso del telégrafo tuvo dos grandes motivaciones: una bélica, otra comercial.
La dimensión bélica del telégrafo argentino ya la hemos mencionado. Y no hay que ser inocentes en este sentido: lo bélico es también lo económico. La historia de la expansión del telégrafo hacia nuevas regiones es la historia del avance de los ejércitos, y esa historia se explica por el avance de la frontera agrícola.
En tanto, para entender la dimensión comercial de nuestro telégrafo hay que pensar la inserción en el mercado mundial. No es casual que las conexiones telegráficas fueran directo a las grandes bolsas comerciales. A partir del telégrafo, la venta de granos empezó a hacerse antes de que llegaran al puerto de destino; incluso antes de ser cosechados.
En ese sentido, en su libro De los quipus a los satélites: historia de la tecnología en la Argentina, Tomás Buch y Carlos Solivérez destacan cuatro grandes componentes que posibilitaron el desarrollo económico capitalista del país en la última parte del siglo XIX: los ferrocarriles, el frigorífico, la navegación a vapor y el telégrafo: “Ninguno de esos elementos tuvo su origen en nuestra nación, pero sus efectos fueron profundos: cambiaron toda la estructura productiva del país y lo implantaron firmemente en una economía ya mundializada”, escriben.
En eso pensaban Sarmiento primero y Avellaneda luego cuando impulsaron y legislaron el telégrafo. Entre uno y otro goberno, cabe recordar, hubo un levantamiento encabezado por Bartolomé Mitre (que había ocupado antes la presidencia, hasta 1868), expresión de una de las crisis que la élite gobernante atravesó en esa época. Sarmiento lo derrotó poco antes de entregar el gobierno. En esa ocasión, el delegado norteamericano Thomas Osborn informó a su gobierno que el golpe de Mitre había sido “vencido por el ferrocarril, el telégrafo y los Remington”.
Cuando asumió la presidencia, Avellaneda unificó Correos y Telégrafos en una misma dependencia y designó como Director General a Eduardo Olivera: uno de los trece fundadores de la Sociedad Rural, que había sido su primer presidente, secundado por el gringo que trajo el alambrado a la Argentina.

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