sábado, 21 de febrero de 2009

La escritura irreverente

La frase pertenece a un molinero a quien la Inquisición quemó en la hoguera: “Cada uno hace su oficio, unos aran, otros vendimian, y yo hago el oficio de blasfemar”. Carlo Ginzburg reconstruyó su historia en El queso y los gusanos. El cosmos, según un molinero del siglo XVI, un libro con muchas aristas. Bien narrado, es un buen ejemplo de lo que la academia llama micro-historia. Lo es también de la digna decisión de apartarse de la escritura de las “gestas de reyes” para sentirse interpelado por la pregunta de Bretch: “¿Quién construyó Tebas de las siete puertas?”.
Ginzburg relee los expedientes del proceso que llevó a la hoguera a Doménico Scandella -más conocido como Menocchio- para hallar indicios y reconstruir fragmentos de la cultura popular de su época. El molinero friuliano pertenecía a una clase subalterna, si bien no era un campesino típico. Su historia está signada por el advenimiento de la imprenta en Occidente –por eso la uso en mis clases- y la reforma protestante. La primera le permite acceder a variados textos. La segunda “le otorga audacia para comunicar sus sentimientos al cura del pueblo, a sus paisanos, a los inquisidores, aunque no pudiese, como hubiera deseado, decírselo en la cara al papa, a los cardenales, a los príncipes. La gigantesca ruptura que supone el fin del monopolio de la cultura escrita por parte de los doctos y del monopolio de los clérigos sobre los temas religiosos había creado una situación nueva y potencialmente explosiva”, describe Ginzburg.
En 1583 Menocchio fue denunciado al Santo Oficio por pronunciar palabras “heréticas e impías” sobre Cristo. No eran exabruptos. Repetía y argumentaba sus opiniones, que procesaban todas lecturas que llegaban a sus manos. Lo hacía, claro, a partir de sus tradiciones de origen popular, y de un modo que resultaba irreverente. Un siglo más tarde lo hubieran recluido como loco. En plena contrarreforma fue a parar al fuego. Antes pasó por los cuatro interrogatorios en los que no renegó de sus ideas. De allí viene la declaración de su oficio: el oficio de blasfemar.
La expresión me quedó rebotando hace tiempo y –a falta de mayor imaginación– termina siendo el nombre que le tocó en suerte a este blog. No hay mucho más que explicar. Acaso corresponde advertir que no será un sitio dedicado a atacar a la Iglesia (A propósito, fue la institución católica la que consolidó la idea de la blasfemia como un delito, que se confundía con la herejía... Era una trampa para escapar a sus propias reglas: dado que musulmanes y judíos no podían ser acusados de herejía –al no ser considerados creyentes–, se los acusaba de insultar a Dios. En 538 el emperador Justiniano decretó que el castigo por blasfemar era la muerte). No porque vaya contra mis convicciones; al contrario, mi cosmovisión oscila entre el ateísmo y la duda agnóstica, y me avergüenza que con nuestros impuestos el Estado pague los sueldos de obispos, construya catedrales y financie escuelas que difunden el dogma católico. Pero me aburriría hacer un blog para postear contra la Iglesia y nada más.
Si bien la noción de blasfemia suele asociarse a eso en forma exclusiva, etimológicamente significa un ataque hacia algo reputado (...viene del griego blaptein, "injuriar", y pheme, "reputación" pero ¡no me comparen con Grondona!); en otras palabras, refiere a una irreverencia contra quien se supone merecedor de estima y veneración.
Me gusta la escritura irreverente. En ese sentido, este blog será blasfemo.
Blasfemo de oficio. Porque de la expresión de Menocchio también atrae esa palabra. Rodolfo Walsh hablaba de “oficios terrestres”, e imagino que sobre algunos de ellos tratará este anotador virtual. Es imposible anticipar qué dirán sus “páginas”. Habrá ensayos y crónicas. Se colarán pensamientos que agrietan lo sólido, pulseadas por un país con infancia. Y nunca faltarán discusiones colectivas con amigos y otros sanos polemistas, miradas a la historia y apuestas al futuro, y siempre –en esa lucha, para esa lucha- una defensa de la alegría. Porque nada se puede sin la risa, sin la más blasfema de las risas.

FOTO (C) LUTI AON / SOLE VAMPA (Mendoza, 2007)

5 comentarios:

  1. Que bueno poder tener tus propuestas al alcance del click (me enteré por facebook , ja). Saludos!

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  2. A blasfemar entonces con consenso o sin incienso
    La foto con la pañoleta tipo montaña de zapata es mortal.
    un abrazo y buenísimo

    siempre podés curiosear con ojos bien abiertos...
    www.panaderodelaire.blogspot.com

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  3. Pregunta Leo por qué en tu descripción del "perfil" hablás de vos mismo en tercera persona.
    Piensa Leo que quizá estés medio mal del marote.
    Está casi seguro, Leo.
    Y te manda un orgulloso abrazo, Leo.

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  4. Dani aclara que no es nada contra la escritura en primera persona. Al contrario, si uno se fija, este "post" que inaugura el blog, está escrito en primera persona.
    Pero al momento de enfrentarse con la tarea de llenar la plantilla, la parte del perfil lo remitió a la solapa de un libro. Se dijo: es como la solapa de un libro. Y lo escribió como tal.
    Nada más.
    Ah, Dani quisiera aprovechar para agradecer las bienvenidas a la blogósfera: del Pictorista, de Gabi, de Nati y de muchos otros que saludaron por mail. Abrazos, manda Dani.

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  5. Desde la ingenuidad que raya con la boludez y la alegría inconsciente del idiota, te saludo Dani en este emprendimiento. Y te prometo aunque no lo consientas divulgar cualquier cosa que escribas.
    Un saludo. san

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