jueves, 6 de febrero de 2014

Otra pata del derecho a la comunicación


La democratización de la comunicación es una necesidad social. A partir del 2009 las discusiones sobre la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual profundizaron un debate que hace mucho más tiempo venían planteando los medios comunitarios, el movimiento cooperativo, las universidades públicas y los trabajadores de la comunicación. El conjunto de la sociedad tomó conciencia de que es necesario intervenir con políticas para garantizar la pluralidad de voces. Después de que la Corte confirmó que la ley que regula a la radio y televisión es plenamente constitucional, hay que consolidar y profundizar esa concepción de la comunicación como derecho humano y garantizar que la libertad de expresión no sea un lujo, sólo disponible para quienes sobreviven a las lógicas del mercado.

En mayo del año anterior ingresó al Congreso nacional un proyecto de Ley de Fomento para la Producción Independiente y Autogestiva de Comunicación Cultural por medios gráficos e Internet, que desde la Asociación de Revistas Culturales Independientes de Argentina (AReCIA) entendemos como la otra pata de la ley de medios, porque con el mismo espíritu propone intervenir en un sector también amenazado por la concentración mediática.

Hoy, la buena noticia es que con el intenso debate de estos años, las corporaciones periodísticas perdieron credibilidad y lectores. La mala: que empresas como La Nación y Clarín reformularon sus estrategias para dominar el mercado de la prensa gráfica. Comenzaron a editar revistas para compensar la caída en las ventas de diarios y a controlar la distribución y comercialización con maniobras extorsivas. Un ejemplo: impusieron a los canillitas una quita al porcentaje que reciben por la venta. Mientras las revistas culturales independientes respetan el 33 por ciento otorgado por ley, hoy las editadas por La Nación y Clarín entregan sólo un 22 por ciento. Esta lógica corporativa empobrece al sector.

Las publicaciones gráficas y de Internet, independientes y autogestivas, libran cotidianamente una batalla contra la monopolización de las voces, los contenidos y las estéticas.

AReCIA reúne actualmente a más de 300 revistas culturales. Algunas tienen más de 20 años y, sin publicidad oficial, sobrevivieron a distintas crisis, corralitos, prácticas monopólicas y otras pesadillas de la economía argentina. Otras son recientes y muestran la vigencia de los medios impresos para expresar la diversidad cultural de las comunidades. Todas implican otra forma de producir, que no busca la maximización del lucro para considerar sostenible a un medio, sino la justa remuneración del trabajo realizado en forma autogestionada. La mayoría son del mal llamado “interior” del país. Tras ellas hay organizaciones sociales, centros culturales, grupos de jóvenes, cooperativas de trabajo, editores con vocación por lo que hacen. No venden silencios, como los grandes medios comerciales, sino que hablan sin restricciones de política, de cine, de género, de música, de filosofía, de artes visuales y prácticas corporales, entre otros temas. No tienen otros dueños que quienes las llevan adelante ni intereses comerciales por detrás de sus medios. Y no son marginales: se calcula que el sector aglutina un promedio de dos millones de lectores mensuales, y que realiza un aporte significativo a la industria gráfica, que asciende a los 3,5 millones de pesos por mes destinados a pymes en distintas regiones del país. Constantemente amenazadas por el precio del papel y las condiciones desfavorables para la circulación, estas revistas culturales sobreviven porque las sostienen las y los lectores.

Esa realidad nos ha llevado a reunirnos para construir de manera colectiva: la competencia pertenece al paradigma que queremos dejar atrás. Tras años de estudiar y debatir nuestras problemáticas, elaboramos el proyecto que plantea, por sobre todas las cosas, el reconocimiento del sector como un actor vital en el proceso de comunicación del país, que responde a una lógica diferente de la estrictamente comercial, nacida de las mismas prácticas de resistencia de la sociedad.

El proyecto impulsado desde AReCIA, presentado por el diputado Jorge Rivas y que ya cuenta con el aval de legisladores y universidades nacionales, tiene cuatro patas fundamentales: un tratamiento impositivo más equitativo; un fondo económico destinado a la inversión, desarrollo y consolidación del sistema de producción independiente y autogestivo; el acceso prioritario a créditos, licitaciones y concursos, y garantías en los mecanismos de circulación y difusión: medios públicos, bibliotecas y centros culturales, entre otros. Eso es lo que garantiza este proyecto de ley: que el sector de revistas independientes y autogestivas pueda multiplicarse, fortalecerse y crecer para estar a la altura de esa necesidad social de la que somos hijos y deudores.

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