sábado, 23 de noviembre de 2013

Rafaela

Le dicen la Perla del Oeste. Tiene 100.000 habitantes y es el corazón de la cuenca lechera, aunque cada vez hay menos vacas y más soja.
En Rafaela, como en casi cualquier punto del “interior” del país, cuando prenden la tele ven la congestión de la Panamericana y la temperatura que marcan los termómetros porteños.

A los diarios locales es mejor perderlos que encontrarlos. El Castellanos, propiedad del presidente de la Corte Ricardo Lorenzetti, encabeza su portada web con una publicidad de la Sociedad Rural y otra de la Policía. No es difícil imaginar quiénes hablan cuando hablan de políticas agropecuarias y dan una noticia de “inseguridad”.

Los pibes que hoy quieren ser periodistas se forman en universidades privadas. Públicas no hay, y recurrir a la UCES o en la UCSE es más barato que irse a estudiar a Santa Fe o Paraná.
-El problema es con qué cabeza están sabiendo –dice un graduado que en la calle sembró otras inquietudes y con otros se está convenciendo de que se puede hacer periodismo sin ser empleado del poder. Se debe.

Se llaman “Satélite”, una revista que lleva una década hurgando los túneles de la historia y cree en contar un pasado de esta tierra que no sea el de inversores endiosados, sino el de sus obreros. Se llaman “El escupitajo de oro” y “Quirón” cuando escriben literatura o hablan de filosofía. Se llaman “La voz de los pueblos originarios”. Se llaman “Mural” y tienen ese empuje colectivo que brota de los movimientos sociales, porque a esta altura ya sabemos que hacer una revista es mucho más que hacer una revista.

Cada número de Mural trae el rostro de Silvia Suppo, la sobreviviente de la dictadura asesinada a puñaladas en marzo de 2009. Un supuesto robo. En el pueblo, todos saben otra cosa. Nadie dice.
La imagen de Suppo en la contratapa de la revista no es una buena estrategia para salir a vender publicidad. Sí para mostrar que otra comunicación es posible.

En Rafaela hay reglas implícitas para hacer un periodismo “rentable”:
No cuestionar la soja.
No mencionar los agrotóxicos.
No hablar de negocios inmobiliarios.
No discutir la historia oficial.
No investigar el transporte.
Es decir: no hacer periodismo.

Un día, los que hacen periodismo en serio deciden encontrarse. 
-Se puede –dicen y buscan conocer otras experiencias. Después de un rato, todos nos sabemos hermanos y nos llenamos de energía.
-Es un error decir “hago una revistita”. No tenemos que auto-subestimarnos.


Rafaela es cualquier punto del país. En esta una tarde de mates compartidos, es la comprobación de por qué pedimos una ley que resguarde y fomente: para que la libertad de expresión no sea una libertad de lujo.

La mayoría de las revistas culturales independientes laten en el mal llamado “interior” del país, y cumplen un rol fundamental para sus comunidades. Son centenares. No compiten: eso es parte de otro paradigma, otro periodismo, la historia que queremos dejar atrás. No buscan ser grandes: quieren ser muchas, vivir dignamente, seguir diciendo que el glifosato mata y publicar el rostro de Silvia Suppo para pedir justicia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...