Le dicen la Perla del Oeste. Tiene
100.000 habitantes y es el corazón de la cuenca
lechera, aunque cada vez hay menos vacas y más soja.
En Rafaela, como en casi cualquier punto
del “interior” del país, cuando prenden la tele ven la congestión de la Panamericana
y la temperatura que marcan los termómetros porteños.
A los diarios locales es mejor perderlos
que encontrarlos. El Castellanos,
propiedad del presidente de la Corte Ricardo Lorenzetti, encabeza su portada
web con una publicidad de la Sociedad Rural y otra de la Policía. No es difícil
imaginar quiénes hablan cuando hablan de políticas agropecuarias y dan una
noticia de “inseguridad”.
Los pibes que hoy quieren ser periodistas
se forman en universidades privadas. Públicas no hay, y recurrir a la UCES o en
la UCSE es más barato que irse a estudiar a Santa Fe o Paraná.
-El problema es con qué cabeza están
sabiendo –dice un graduado que en la calle sembró otras inquietudes y con otros
se está convenciendo de que se puede hacer periodismo sin ser empleado del
poder. Se debe.
Se llaman “Satélite”, una revista que
lleva una década hurgando los túneles de la historia y cree en contar un pasado
de esta tierra que no sea el de inversores endiosados, sino el de sus obreros.
Se llaman “El escupitajo de oro” y “Quirón” cuando escriben literatura o hablan de filosofía. Se llaman “La voz de los pueblos originarios”. Se llaman “Mural” y
tienen ese empuje colectivo que brota de los movimientos sociales, porque a esta
altura ya sabemos que hacer una revista es mucho más que hacer una revista.
Cada número de Mural trae el rostro de
Silvia Suppo, la sobreviviente de la dictadura asesinada a puñaladas en marzo
de 2009. Un supuesto robo. En el pueblo, todos saben otra cosa. Nadie dice.
La imagen de Suppo en la contratapa de la
revista no es una buena estrategia para salir a vender publicidad. Sí para mostrar que otra
comunicación es posible.
En Rafaela hay reglas implícitas para
hacer un periodismo “rentable”:
No cuestionar la soja.
No mencionar los agrotóxicos.
No hablar de negocios inmobiliarios.
No discutir la historia oficial.
No investigar el transporte.
Es decir: no hacer periodismo.
Un día, los que hacen periodismo en serio
deciden encontrarse.
-Se puede –dicen y buscan conocer otras
experiencias. Después de un rato, todos nos sabemos hermanos y nos llenamos de
energía.
-Es un error decir “hago una revistita”.
No tenemos que auto-subestimarnos.
Rafaela es cualquier punto del país. En
esta una tarde de mates compartidos, es la comprobación de por qué pedimos una
ley que resguarde y fomente: para que la libertad de expresión no sea una
libertad de lujo.
La mayoría de las revistas culturales independientes laten en el mal llamado “interior” del país, y cumplen un rol fundamental para sus comunidades. Son centenares. No compiten: eso es parte de otro paradigma, otro periodismo, la historia que queremos dejar atrás. No buscan ser grandes: quieren ser muchas, vivir dignamente, seguir diciendo que el glifosato mata y publicar el rostro de Silvia Suppo para pedir justicia.
La mayoría de las revistas culturales independientes laten en el mal llamado “interior” del país, y cumplen un rol fundamental para sus comunidades. Son centenares. No compiten: eso es parte de otro paradigma, otro periodismo, la historia que queremos dejar atrás. No buscan ser grandes: quieren ser muchas, vivir dignamente, seguir diciendo que el glifosato mata y publicar el rostro de Silvia Suppo para pedir justicia.
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