Una mirada más panorámica completa la lección cultural: es una capital sin especulación inmobiliaria. Allí nadie derriba construcciones históricas para construir edificios inteligentes, centros comerciales o estacionamientos.
Tampoco abruma la publicidad. No hay mujeres semidesnudas vendiendo ropa interior ni estrellas de fútbol explicando qué celular es la clave de su éxito. Una cartelería atípica para el ojo occidentoxicado evoca frases de Martí y emprende campañas contra el problema de la holganza.
No hay tele por cable (y nos retrucan la inquietud: “¿televisión paga?”). La entrada de cine cuesta, en pesos argentinos, 30 centavos. Las proyecciones se viven con pasión: las comedías hacen reír a carcajadas y se aplauden las mejores escenas.
Leída, admirada y criticada de antemano, Cuba no se entiende en un mes y quizá tampoco en un año, porque el debate político ideal y a la distancia es distinto de la vida de todos los días y de la cultura que se hace carne. No puede ser fácil que formulen un juicio acabado adultos nacidos y criados en sociedades donde la competencia y el éxito individual son valores centrales.
Cualquier sitio de la isla extraña a un viajero que carga esa mochila. Sorprende que la policía no porte armas de fuego –por supuesto, la población civil no tiene- y que tampoco haya alarmas o casas atestadas de cerrojos.
Sobre todas las cosas, asombra la capacidad de debate, el nivel de instrucción y la información, no de los dirigentes, sino de cualquier hombre o mujer del pueblo. Habituado en su país a hablar del clima para no debatir la agenda de Radio 10, uno se queda sin respuestas cuando el taxista inicia la conversación con un tema impensado: “¿Cómo están en Argentina con las reservas de agua? ¿Están protegiendo el acuífero guaraní?”.
- Esta y otras anotaciones completan el informe “Cincuenta latidos en la revolución del tiempo” que publicamos en La Pulseada N° 67, de próxima aparición. La nota principal corresponde a Laureano Barrera y Germán Kexel, que también estuvieron este verano en la isla rebelde que –con sus luces y sombras- te revoluciona.
FOTO D. B. (La Habana, diciembre de 2008)
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